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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Mateo 7,15-20.

27/06/2017 22:13 El Evangelio
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Evangelio según San Mateo 7,15-20. Evangelio según San Mateo 7,15-20.

Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de los falsos

profetas, que se presentan

cubiertos con pieles de

ovejas, pero por dentro son

lobos rapaces.

Por sus frutos los reconocerán.

¿Acaso se recogen

uvas de los espinos o higos

de los cardos?

Así, todo árbol bueno

produce frutos buenos y todo

árbol malo produce frutos

malos.

Un árbol bueno no puede

producir frutos malos, ni

un árbol malo, producir frutos

buenos.

Al árbol que no produce

frutos buenos se lo corta y se

lo arroja al fuego.

Por sus frutos, entonces,

ustedes los reconocerán.

Comentario

En el Evangelio de hoy,

Jesús nos da un criterio para

distinguir las apariencias

de la verdad: mirar los frutos,

fijarnos en los efectos de lo

que hacemos o decimos.

Así es el Reino de Dios:

una pequeña semilla que se

la conoce por sus efectos.

No por su apariencia, no por

su ostentación... A veces, incluso,

puede parecer insignificante.

Sin embargo, sin que

se sepa cómo, va creciendo y

dando fruto.

En un viñedo, se remueve

la tierra que hay alrededor de

los pies de la vid y se escardan

las malas hierbas.

También el hombre debe

escardarse, tan profundamente

atento debe estar

a lo que pudiera haber todavía

en él de esas hierbas

y arrancarlas desde el fondo

de su ser, para que el Sol

divino pueda acercársele de

manera más inmediata y brillar

en él.

Si tú dejas que la fuerza

de lo alto haga su obra..., el

sol llega a ser esplendoroso,

lanza sus rayos ardientes sobre

los frutos y les hace ser

cada vez más transparentes.

Su dulzura es cada vez

mayor, la piel que los envuelve

es cada vez más delgada.

Los obstáculos que se interponen

llegan a ser, finalmente,

tan tenues que reciben

sin cesar los toques divinos

de muy cerca.

Tan a menudo y de inmediato

que uno se gira hacia

él, se encuentra siempre en

el interior del brillante divino

Sol con mucho más esplendor

que todos los soles que

jamás han brillado sobre el

firmamento. Y así en el hombre

todo es deificado hasta el

punto que no siente, ni gusta,

ni conoce nada en verdad

más que Dios, con un conocimiento

fundamental, y este

conocimiento sobrepasa en

mucho el modo de conocer

de nuestra razón.

Finalmente se arrancan

también las hojas de los sarmientos

para que el sol pueda

llegar sobre los frutos sin encontrar

obstáculo alguno.

E igualmente pasa con

los hombres: todo lo que hace

de intermediario, cae y todo

lo reciben de manera inmediata.

Caen las oraciones,

las representaciones de los

santos, las prácticas de devoción,

los ejercicios.

Ahora bien, que el hombre

se guarde mucho de rechazar

estas prácticas antes que

caigan por sí mismas.

Cuando se llega a este

grado, el fruto resulta tan

indeciblemente dulce que

ningún razonamiento puede

comprenderlo...

Ya no se es más que uno

con la dulzura divina, de forma

que nuestro ser está totalmente

penetrado del Ser

divino en el que el hombre

se pierde como una gota de

agua en un gran barril de vino...

En este estado las buenas

intenciones, la humildad,

no son sino una simplicidad,

un misterio tan esencialmente

suave que apenas se llega

a tomar conciencia de ello.

Jesús es el árbol sano

que da frutos sanos. Quien

se acerca a él, recibe salud

y se le curan sus heridas

para poder ser, también,

portador de buenos frutos,

por el Espíritu.

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