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EL LIBERAL . El Evangelio

Vengan a mí todos los que sufren, yo los aliviaré - Mateo 11, 25-30

08/07/2017 22:34 El Evangelio
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Vengan a mí todos los que sufren, yo los aliviaré - Mateo 11, 25-30 Vengan a mí todos los que sufren, yo los aliviaré - Mateo 11, 25-30

Jesús da gracias al Padre

porque ha revelado

los misterios del Reino

a los pequeños y los ha ocultado a los sabios. Los sabios representan a diversos

grupos: los maestros

de sabiduría de Israel,

los “discípulos de la sabiduría”, los seguidores de grupos apocalípticos, los miembros de sectas (ejemplo Qumrán) y sobre

todo los “letrados”. Es decir, se trata de la aristocracia

religiosa de Israel. Paradójicamente, el Padre

ha revelado el Reino a los pequeños: a los pobres,

los excluidos de la sociedad judía: campesinos,

mujeres, galileos, que para la consideración general tenía limitado el acceso a Dios porque no “conocían” la Torá y las tradiciones rabínicas. A ellos, el Padre les revela el Reino que se hace presente

en el actuar poderoso

de Jesús, el Hijo. Y el Hijo da a conocer a su Padre

por toda su actividad. Al inaugurar en la tierra el Reino de su Padre, cada

uno de los gestos de autoridad hacia los hombres

(enfermos, pecadores

o fariseos endurecidos)

revela la voluntad y el designio de Dios para la humanidad entera.

Rechazado por las ciudades

y por la oligarquía judía, Jesús se vuelve hacia

los pobres, hacia los marginados por un sistema

religioso basado en la práctica vacía de preceptos

legales. Una religión sin espíritu, que se había olvidado de los “huérfanos

y las viudas”, una religión

vacía de justicia, misericordia y amor. A éstos pobres, Jesús llama

a seguirlo y les ofrece

la “gratuidad” de la salvación,

porque él es manso

y humilde de corazón. Jesús los vincula a su persona

y a la alegría que el Reino trae a la humanidad.

Jesús dará alivio a los que cargan con el yugo de un legalismo religioso, de una moral que es exigida

sin haber anunciado

la alegría de la salvación.

Los que siguen a Jesús,

se hacen sus discípulos,

encontrarán en él, alivio,

descanso a sus penas. Serán los bienaventurados,

los que ya desde ahora

gozan de las alegrías del Reino.

Conclusión

La lógica de Dios pone en entredicho las costumbres

de los hombres. No son los sabios los destinatarios

privilegiados del Reino, sino los pobres, los excluidos. A ellos llama

Jesús a seguirlo y desde

ellos y en solidaridad con ellos al resto de los hombres. El Reino que inaugura Jesús con toda

su actividad (palabras y signos, muerte y resurrección)

invierte la lógica

humana que pretende construir un mundo desde

el poder, desde la sabiduría

de los poderosos. Ahora, son los pobres a quiénes el Padre revela su salvación, y a quiénes el Hijo invita a que lo sigan.

Este llamado nace de la gratuidad de Dios que promueve la vida humana

en todas sus manifestaciones,

y quiere que sus hijos vivan en dignidad. Esta es la lógica de Dios, la lógica del amor hecho servicio que se revela en el misterio de Jesús. Los legalismos y las religiones

evasivas, ahora dejan de tener vigencia. En Jesús

el Reino es gratuidad y amor que se expresa en la solidaridad con los pequeños

de la tierra. El Reino trae una nueva humanidad

y un nuevo modo

de vivir nuestra relación

con Dios.

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