El misterio del Reino de Dios - Mateo 13, 1-9 El misterio del Reino de Dios - Mateo 13, 1-9
la llegada del Reinado
de Dios, su acción soberana en el mundo y en la historia. Frente
a este anuncio surgen
algunas dudas: ¿Si el Reino está presente
por qué el mundo no cambia? ¿Cuáles son sus signos de que el Reino
está presente? Estas
preguntas son planteadas
por sus adversarios
y también por sus mismos discípulos. Quizás
el mismo Jesús se planteara estos interrogantes.
En este contexto
surge la enseñanza sobre el Reino de Dios. Para ello utiliza parábolas.
Mateo agrupa en el capítulo 13 algunas parábolas
que tienen como
destinatarios a los discípulos de su comunidad.
En ellas, les explica
porque no ha aparecido
todavía en forma gloriosa el reino inaugurado
por Jesús y, en particular, por qué están
tan desprovistos de grandeza y poder sus comienzos en el ministerio
de Jesús.
Después de la ruptura
con los fariseos, la enseñanza se dirige a la multitud. A ellos Jesús
les dice que salió un sembrador a sembrar…..
Se trata seguramente
de la siembra del mismo Jesús, pero vista
desde el hoy de la comunidad
de Mateo. Los tres fracasos de la semilla,
están vinculados con la resistencia que encontró Jesús en su pueblo. El rasgo común a todos estos fracasos es que se deben a un elemento
destructor (los pájaros, el sol, las espinas)
que aniquilan una germinación que había comenzado bien. Mateo trata de armonizar la autoridad mesiánica de Jesús y el fracaso de su misión, es decir, el rechazo
de su pueblo. Finalmente,
la semilla dio frutos en abundancia, el 30, 60 y el 100 por ciento
de granos lo que significa
una cifra inconmensurable.
Lo máximo de fruto que daba una semilla era el siete por ciento. ¿Cuál es el significado
de esta parábola? ¿Los oyentes de Jesús y sobre todo los de Mateo,
podrán aceptar que el fruto de la siembra se realice a costa de semejante
pérdida?
Mateo quiere darnos a entender que así como el trabajo del sembrador
se realiza en medio de las dificultades, que muchas veces lo vencen, lo mismo ocurre con el reino de Dios inaugurado
por Jesús: no se instaurará
sino a través de numerosos e impresionantes
fracasos. Ni los fariseos ni el pueblo podían
entender que esto
sucediera de esta manera.
Tanto Jesús como
el Reino debían ser “ahogados” antes de la Victoria del final de los tiempos.
Conclusión
Una imagen triunfalista
de Jesús y su reino no puede aceptar el fracaso
de su ministerio y el sentido real de su pasión
y muerte. El Reino de Dios ha irrumpido en nuestra historia con el ministerio de Jesús, sus enseñanzas y signos, sobre
todo con su muerte y resurrección. Pero este
reino, que es don gratuito
de Dios, no se impone
desde el poder ni por la fuerza, sino que asume el fracaso de la condición humana necesitada
de liberación y lo hace de manera oculta,
a través del amor y el servicio, se va expandiendo
por toda la realidad
alimentando la esperanza
de un mundo pleno que nace de la fe en Jesús a quién debemos
seguir e imitar.