Evangelio según San Mateo 11,25-27. Evangelio según San Mateo 11,25-27.
Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas
cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado
a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Comentario
Nos es imposible encontrar
términos adecuados para
hablar de la gloriosa Trinidad,
y sin embargo es preciso
decir de ella alguna cosa... Es absolutamente imposible a cualquier inteligencia comprender
cómo la alta y esencial
unidad es unidad simple en cuanto a la esencia y triple en cuanto a las Personas, cómo
se distinguen las Personas,
cómo el Padre engendra a su Hijo, cómo el Hijo procede
del Padre y, sin embargo,
permanece en él; y cómo, del conocimiento que sale de él, brota un torrente de amor que no se puede expresar, y que es el Espíritu Santo, y cómo estos derramamientos maravillosos refluyen en la inefable complacencia de la Trinidad en sí misma y en el gozo que la Trinidad tiene de sí misma en una unidad esencial...
Vale más sentir todo esto que tenerlo que expresar...
Esta Trinidad debemos considerar que está en nosotros
mismos y darnos cuenta
de cómo, verdaderamente, estamos hechos a su imagen y semejanza, porque se encuentra
en el alma, en su estado
natural, la propia imagen
de Dios, imagen verdadera,
limpia, aunque, sin embargo,
no tenga toda la nobleza del objeto que ella representa.
Los sabios dicen que reside
en las facultades superiores
del alma, en la memoria,
inteligencia y voluntad... Pero otros maestros dicen, y esta opinión es muy superior, que la imagen de la Trinidad residiría en lo más íntimo, lo más secreto, en el trasfondo del alma... Seguramente que es en este trasfondo del alma
que el Padre del cielo engendra
a su Hijo único... Si alguien
quiere sentir esto, que gire su mirada hacia el interior,
muy por encima de cualquier
actividad de sus facultades
exteriores e interiores, por encima de las imágenes y de todo lo que jamás le ha llegado desde fuera, y que se sumerja y penetre en el fondo de su alma. Entonces el poder
del Padre viene, y el Padre,
a través de su Hijo único llama al hombre a su interior, y tal como el Hijo nace del Padre
y refluye en el Padre, así también el hombre, en el Hijo,
nace del Padre y con el Hijo
refluye en el Padre, llegando
a ser uno con él. Entonces el Santo Espíritu se derrama con una caridad y un gozo inexpresables.l