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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Mateo 11,28-30.

19/07/2017 22:14 El Evangelio
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Evangelio según San Mateo 11,28-30. Evangelio según San Mateo 11,28-30.

Jesús tomó la palabra y

dijo: “Vengan a mí todos los

que están afligidos y agobiados,

y yo los aliviaré.

Carguen sobre ustedes mi

yugo y aprendan de mí, porque

soy paciente y humilde

de corazón, y así encontrarán

alivio.

Porque mi yugo es suave

y mi carga liviana”.

Comentario

Te veo, buen Jesús, con

los ojos que tú has abierto en

mi interior, te veo gritando y

llamando a todo el género humano:

“Venid a mí, aprended

de mí” ¿Cuál es la lección?...

tú, por quien todo ha sido

creado...¡cuál es la lección

que venimos a aprender en

tu escuela?... Que soy sencillo

y humilde de corazón”. (Mt

11,29).

Aquí están escondidos todos

los tesoros de la sabiduría

y de la ciencia (cf Col,23):

aprender esta lección capital:

ser sencillos y humildes de

corazón...

Que escuchen, que vengan

a ti, que aprendan de

ti a ser sencillos y humildes

de corazón los que buscan

tu misericordia y tu verdad,

viviendo para ti y no para

ellos mismos. Que lo escuche

aquel que sufre, que está

cargado con un fardo que

le hace desfallecer, hasta tal

punto de no atreverse a levantar

los ojos hacia el cielo,

el pecador que golpea su

pecho y se queda a distancia.

(cf Lc 18,13).

Que lo oiga el centurión

que no se sentía digno que tú

entraras en su casa (Lc 7,6)

Que lo oiga Zaqueo, el jefe

de los publicanos cuando devuelve

cuatro veces el fruto

de su pecado (Lc 19,8).

Que lo oiga la mujer que

había sido pecadora en la

ciudad y que derramaba tantas

lágrimas a tus pies por

haber estado tan alejado de

tus pasos (Lc 7,37).

Que lo escuchen, las mujeres

de la vida y los publicanos

que en el Reino de los

cielos preceden a los escribas

y fariseos. Que lo oigan

los enfermos de toda clase

con quienes compartías

la mesa y te acusaron de

ello...

Todos éstos, cuando se

vuelven hacia ti, se convierten

fácilmente en gente sencilla

y humilde ante ti, acordándose

de su vida llena de

pecado y de tu misericordia

llena de perdón, porque

“cuanto más se multiplicó el

pecado, más abundó la gracia”

(Rm 5,20).

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