Mateo 13,44-52 Mateo 13,44-52
se parece a un tesoro escondido
en un campo,
que es encontrado por un
hombre que luego vende
todo lo que tiene para
adquirirlo. El campo
se vuelve imprescindible,
porque allí está el tesoro.
No duda, vende “todo” lo
que tiene. Si el tesoro está
allí, ¿Qué valor puede
tener todo lo demás? Así
pasa, cuando nos encontramos
con Jesús, cuando
nos dejamos cautivar
por su amor, cuando escuchamos
su llamado y
decidimos seguirlo, hacernos
sus discípulos.
¿Qué otra cosa puede tener
más importancia que
esto? Que estilo de vida
puede darnos más felicidad
que seguir a Jesús,
que vivir sus enseñanzas,
que ser parte de su proyecto
del Reino de Dios.
Hay personas que se
pasan buscando toda la
vida la felicidad, algo que
los comprometa en toda
su existencia, que los
haga vivir con pasión. Y
puede ser que encuentren
alegrías temporales,
razones pasajeras, expectativas
de corto plazo.
¿Pero que puede compararse
a vivir en comunión
con Dios? Quien encuentra
a Jesús, quién decide
seguirlo, todo lo otras
cosas de la vida, que son
buenas y nobles, pasan
a un segundo plano. Sólo
el Reino de Dios llena
el corazón, nos impulsa
a vivir la realidad del
amor, pero no limitada
sólo a los que nos aman,
sino abierta a todos, en
espacial a aquellos hermanos
que sufren, que
no la están pasando bien,
que necesitan de nuestro
amor, de nuestra solidaridad.
Lo mismo sucede con
el hombre que se dedica
a comprar y vender perlas
finas, cuando encuentra
una de gran valor,
vende todo lo que tiene
para comprarla. Este comerciante,
estaba acostumbrado
a poseer cosas
de gran valor, ésa es
su tarea. Sin embargo, al
encontrar esa perla, renuncia
a todo para poseerla.
¿Acaso, no sucede
lo mismo con aquellos
que encuentran a Dios
en sus vidas? Pueden tener
muchos logros, pueden
experimentar grandes
gozos, pero, ¿pueden
compararse con la vida
en Dios? Seguramente
que no.
Los santos o los mártires
viven esta comunión
con Dios con pasión,
se dejan transformar
por el amor de Dios,
nada les importa más
que estar con Jesús. Por
eso, a los ojos del mundo,
pueden parecer personas
raras, o con conductas
extraordinarias, y de verdad
no lo son. Son personas
simples que han
experimentado el amor
de Dios, y a partir de ahí,
todo lo demás que la vida
les ofrecía, ha dejado
de tender valor y sentido.
¡Qué lindas comparaciones¡
El Reino de Dios
se parece a un tesoro… a
una perla de gran valor…
Conclusión
¿Estos hombres son
personas de suerte?
¿Han sido predestinados
para encontrar esta “alegría”?
NO, todos estamos
llamados a vivir en
comunión con Dios, delante
de cada uno de nosotros
está “ese tesoro”,
“esa perla fina”. Quizás
nos falte abrir los ojos
para verlo, abrir el corazón
para dejarnos cautivar
por su presencia.
Dios está a nuestro lado,
siempre llamándonos
para invitarnos a vivir
junto a él. Quizás haya
demasiado ruido en
nuestras vidas, dispersión
en nuestro corazón
que nos impide verlo.
¡Animémonos a
buscarlo¡ ¡Si lo
encontramos,
dejemos
todo
lo otro para
ser felices¡
?