La guerra ha comenzado La guerra ha comenzado
con grandes ventanales.
Al pie de la imagen se escribe,
con viejas letras Monotype del sistema
D.O.S.:
“Quimex Headquarters. Palanganas.
Arizona. 5 pm”
La cámara entra por la ventana. En
una sala de reuniones, alrededor de una
gran mesa de vidrio, un tipo de grandes
bigotes y panza prominente habla a los
asistentes:
-Mepa que esto se está complicando.
Denme números.
-Bajamos, no digo en picada, pero venimos
bajando sin pausa- le contesta Pedro,
el numerólogo.
-¿Opiniones, ideas?- pregunta el Bigote
al resto de la mesa.
La Yuli salta: -Hay que frenar esto.
Son como heridas pequeñas que nos
van desangrando y al final nos van a
joder mal.
Sigue Cornalito: -Es como una
peste, se contagia.
Romualdo, alias “El farmer”,
agrega: -Uno por uno se van metiendo
y mire el mapa -señala la
pantalla- comenzó aquí, y en menos
de 1 año ya hay también aquí y aquí y
aquí… Una puta epidemia, Boss.
Big Bigotes resopla y pide –Mari, dame
más café- La Mari es la más jovencita,
recién entra a este mundo de armas,
egresó hace un año de la Escuela de Marketing
de Guerra por correo. Algo tímida,
se abstiene de opinar salvo que le
pregunten algo directamente.
Prosigue el Big: -Pedro, llamalo a
González, decile que tengo un temita para
él, fijate si está en línea en whatsapp,
que deje lo que esté haciendo y se ponga
a tiro. Yuli, abrí la ventana-. El Boss saca
un habano y lo prende. Pausado, hace
una primera humareda. Luego toma
un sorbo de café, y exclama: -¡Qué lo parió
che, vamos a tener que hacerlos verga!
¿Ideas?
Cornalito informa: -Ya estuvieron los
municipales… y los de impuestos. Más
allá del cloro del agua les sale bastante
pasable. Por otro lado, aunque varios
hoy venden en negro no tardarán en inscribirse
porque les da suficiente ganancia.
- ¿Entonces, gente?- pregunta Bigote.
- Queda la guerra de guerrillas, jefecontesta
Romualdo.
- ¿Qué vamos a entrar a los tiros? Es
muy caro- objeta el Jefe.
- No, algo más actual, más cool…-
dice Romualdo e interrumpe la Yuli:
-¿Cortar la llegada a la materia prima,
romper la cadena, comprarles los cultivos?
Romual- do retoma:
-No, no, con Cornalito estuvimos pensando
en guerra química, bacteriológica
o como se llame.
-Dale seguí- ordena Big Bigote.
Romualdo se acomoda el pelo graso
y prosigue: -Bueno es que consultamos
con Jezabel, el químico, y el bromato de
potasio la quema fiero, en el agua común
no se siente pero cuando se cocina larga
un olor y un gusto a mierda que te cagas.
El jefe Bigote abre los ojos: -¿Y cómo
se hace?
-Hay que meterlo en el agua corriente-
responde Cornalito.
- Ajá y matamos una población digamos…-
dice Bigote, con una sonrisa burlona.
Romualdo retoma: - No, chief, no pasa
nada, a lo sumo te da disentería si te
tomas el agua hervida de los fideos por
ejemplo, pero por lo demás… nada, solo
se siente cuando se junta con el fermento
y ahí sí se pudre todo.
El Boss se acaricia el Bigote: -Linda
idea…
Cornalito prosigue: -Después hay
una bacteria asiática, la camelorum pilori,
que vive en pantanos y pega mal, vómitos…
diarrea… El tema es que hay que
importarla y luego largarla solamente
en los toneles porque si no prolifera por
todos lados. No puede ir en el agua corriente.
Bigote se apoya en la mesa: -Ah, eso
es más fino, hay que contratar gente
que lo haga.
-Sí, súper gatos- acota Romualdo.
El Boss toma un trago de café,
se levanta y pide: -Pedro, decile
a González que le vamos a encargar
algo, que junte unos gatos para
laburar. Vos, Yuli, llamalos a los chinos
a ver si nos pueden conseguir la
pilori ésa y mandárnosla en un táper.
Cornalito inquiere -¿Qué haremos, la
pilori?
El jefe responde: -Empecemos con el
bromato hasta que los chinos contesten.
-La guerra ha comenzado- agrega
Romualdo y mira al resto.
Bigote se acerca a la ventana con su
habanote y dice: -Sí. Una lástima. Pero
no podemos permitir que unos cuantos
hippies nos caguen.
-Hipsters- corrige la Yuli.
-Lo que sea –dice el Big –Si dejamos
que esto siga así cualquier boludo va a
empezar a hacer cerveza artesanal y la
va a vender en las esquinas como si fuera
chipaco. l
In memoriam Roberto Fontanarrosa
Por Juan Valerio