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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,31-37):

04/09/2017 21:42 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,31-37): Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,31-37):

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.

Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”.

Jesús le intimó: “¡Cierra la boca y sal!”.

El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.

Todos comentaban estupefactos: “¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen”.

Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

Comentario

Cafarnaún fue algo así como el “centro de operaciones” que Jesús eligió durante su vida pública.

Era paso obligado de extranjeros por el comercio entre Oriente y Occidente. Un lugar idóneo para que sus enseñanzas y sus signos se extendieran de boca en boca por todos los alrededores.

Y en este centro de actividad misionera, la lucha contra el mal que atenaza al ser humano, contra todo demonio, aparece con insistencia.

El mal no se da por vencido fácilmente y nos provoca constantemente. Siempre apunta a nuestro centro más hondo, como hizo con Jesús: “Sé quién eres: el Santo de Dios”.

Y así sigue actuando hoy: su estrategia se basa en tirarnos por tierra, a nosotros y nuestros hermanos. Y cuando alguien lo planta cara sólo queda una salida: “¡Calla y sal!”.

Con contundencia. Los paños calientes y las ambigüedades sólo nos llevan a ser arrollados por ese mal, caer en sus halagos, despistarnos, creer que nos conoce bien porque nos da siempre en el mismo centro.

La diferencia con Dios es evidente: él también sabe quiénes somos en lo más profundo -mejor que nosotros mismos-, pero nunca nos tira por tierra; más bien nos pone en pie sin hacernos daño alguno.

No nos dejemos enredar por ningún mal endemoniado. No hagamos pactos aparentemente inocentes. La respuesta de Jesús es clara: “¡Calla y sal!”.

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