El rezabaile, una tradición que perdura en el interior en los tiempos de la globalización
En los departamentos Loreto, San Martín y Atamisqui aún se realizan rezabailes para cumplir con promesas para obtener alguna gracia o milagro.
BREA POZO VIEJO, San Martín (Por Corresponsalía Loreto) Las últimas luces de la tarde se enredan en las ramas de los añosos algarrobos que forman un horizonte irregular, borrando el lejano paisaje. Bajo el alero del rancho de la familia Gómez, como presidiendo el patio, se encuentran ubicadas las imágenes de las vírgenes La Rogadora y Nuestra Señora de la Merced, en cuyo honor se ofrece el rezabaile.
Todo comenzó a quince kilómetros de allí, antes de que las primeras luces del día alumbraran la localidad de Tala Punco, paraje de donde partió la peregrinación que tenía como destino el alero de la casa de los Gómez.
Como sucede cada inicio de año, el jueves 2 de febrero se desarrolló uno de los rezabailes más tradicionales del departamento San Martín.
Si bien esta práctica se remonta a los tiempos de la colonia, el organizado por Selva de Gómez comenzó en 1976, como agradecimiento de que uno de sus hijos no hiciera el servicio militar en un momento tremendamente difícil en la historia del país, gracia que ella adjudicó a la Virgen ‘Rogadorita’.
Extensa procesión
Son las diez y media de la mañana. El sonido de los bombos se mezcla con los gritos, las vivas de los jinetes y los estruendos de las bombas por el ancho camino al que llaman el nacional. Varios grupos de personas caminan al encuentro de la peregrinación. A los pocos minutos, se puede ver hacia el norte decenas de jinetes que remolinean frenéticamente con sus caballos al frente de la procesión.
‘Viva la Virgen Rogadorita, que viva nuestra Señora de las Mercedes’, gritan los jinetes y todos los peregrinos responden ‘Viva, que viva’.
En medio de una nube de polvo, muy cerca de las imágenes, una rezadora dirige un coro integrado por hombres y mujeres que repiten plegarias, acompañados por el retumbar de bombos y el sonido lánguido de una armónica.
Las imágenes se colocan debajo del alero y una interminable hilera de fieles se forma para tomar gracias. Bajo los algarrobos hay mesas en las que se sirven empanadas, platos con fiambre picado y botellas con jugos y gaseosas.
Se trata de una ofrenda gratuita que el promesante ofrece a los peregrinos, que luego de compartir comienzan a marcharse hacia sus respectivos hogares a descansar, para poder regresar al atardecer, cuando empiece el rezabaile.
El rezabaile
La siesta tiene un ritmo frenético para los integrantes de la familia Gómez. Forman un anillo de sillas bajo los algarrobos que dan sombra a un inmenso patio. Un grupo de jóvenes instala un equipo de sonido; comienzan a llegar los primeros devotos y ocupan las sillas más alejadas del centro del patio. Luego, el silencio se rompe al ritmo de guarachas que se mezclan con gatos y escondidos.
Uno de los jóvenes cruza el patio con pasos firmes; toma a una muchacha de la mano y la invita a bailar el primer chamamé.
Cuando la noche se hace presente, comienza la parte final del rezabaile. Cesa la música de los altoparlantes y los cantos tradicionales de Semana Santa son el preludio de las primeras oraciones.
Los síndicos de las imágenes se paran frente a los coloridos altares, en el centro la rezadora y a la derecha de ésta, doña Alba de Gómez, la promesante.
En esa posición rezan los Ave María, Glorias y otras oraciones y cantos en latín, acompañados por decenas de devotos.
Termina la primera etapa de las oraciones, que se extenderá durante dos noches más y a ritmo de chamamé comienza la etapa del baile.
Don José Gómez invita a su esposa Alba a cumplir su promesa de rezar y bailar para la virgen ‘Rogadorita’. Junto a ellos, decenas de parejas llenan el patio, está todo dispuesto para cumplir el segundo rezo de la noche y más de mil personas comparten las oraciones.
A continuación, sonará la música para que los promesantes bailen hasta la medianoche, cuando se realiza la última oración y el baile continuará hasta las primeras luces del día.
De esa manera, la promesa estará cumplida un año más y obviamente habrá otros motivos para regresar a pedir o agradecer a la Virgencita.
Todo comenzó a quince kilómetros de allí, antes de que las primeras luces del día alumbraran la localidad de Tala Punco, paraje de donde partió la peregrinación que tenía como destino el alero de la casa de los Gómez.
Como sucede cada inicio de año, el jueves 2 de febrero se desarrolló uno de los rezabailes más tradicionales del departamento San Martín.
Si bien esta práctica se remonta a los tiempos de la colonia, el organizado por Selva de Gómez comenzó en 1976, como agradecimiento de que uno de sus hijos no hiciera el servicio militar en un momento tremendamente difícil en la historia del país, gracia que ella adjudicó a la Virgen ‘Rogadorita’.
Extensa procesión
Son las diez y media de la mañana. El sonido de los bombos se mezcla con los gritos, las vivas de los jinetes y los estruendos de las bombas por el ancho camino al que llaman el nacional. Varios grupos de personas caminan al encuentro de la peregrinación. A los pocos minutos, se puede ver hacia el norte decenas de jinetes que remolinean frenéticamente con sus caballos al frente de la procesión.
‘Viva la Virgen Rogadorita, que viva nuestra Señora de las Mercedes’, gritan los jinetes y todos los peregrinos responden ‘Viva, que viva’.
En medio de una nube de polvo, muy cerca de las imágenes, una rezadora dirige un coro integrado por hombres y mujeres que repiten plegarias, acompañados por el retumbar de bombos y el sonido lánguido de una armónica.
Las imágenes se colocan debajo del alero y una interminable hilera de fieles se forma para tomar gracias. Bajo los algarrobos hay mesas en las que se sirven empanadas, platos con fiambre picado y botellas con jugos y gaseosas.
Se trata de una ofrenda gratuita que el promesante ofrece a los peregrinos, que luego de compartir comienzan a marcharse hacia sus respectivos hogares a descansar, para poder regresar al atardecer, cuando empiece el rezabaile.
El rezabaile
La siesta tiene un ritmo frenético para los integrantes de la familia Gómez. Forman un anillo de sillas bajo los algarrobos que dan sombra a un inmenso patio. Un grupo de jóvenes instala un equipo de sonido; comienzan a llegar los primeros devotos y ocupan las sillas más alejadas del centro del patio. Luego, el silencio se rompe al ritmo de guarachas que se mezclan con gatos y escondidos.
Uno de los jóvenes cruza el patio con pasos firmes; toma a una muchacha de la mano y la invita a bailar el primer chamamé.
Cuando la noche se hace presente, comienza la parte final del rezabaile. Cesa la música de los altoparlantes y los cantos tradicionales de Semana Santa son el preludio de las primeras oraciones.
Los síndicos de las imágenes se paran frente a los coloridos altares, en el centro la rezadora y a la derecha de ésta, doña Alba de Gómez, la promesante.
En esa posición rezan los Ave María, Glorias y otras oraciones y cantos en latín, acompañados por decenas de devotos.
Termina la primera etapa de las oraciones, que se extenderá durante dos noches más y a ritmo de chamamé comienza la etapa del baile.
Don José Gómez invita a su esposa Alba a cumplir su promesa de rezar y bailar para la virgen ‘Rogadorita’. Junto a ellos, decenas de parejas llenan el patio, está todo dispuesto para cumplir el segundo rezo de la noche y más de mil personas comparten las oraciones.
A continuación, sonará la música para que los promesantes bailen hasta la medianoche, cuando se realiza la última oración y el baile continuará hasta las primeras luces del día.
De esa manera, la promesa estará cumplida un año más y obviamente habrá otros motivos para regresar a pedir o agradecer a la Virgencita.