Por la Lic. Teresita Ruiz y la Lic. Patricia Soto (*)

El suicidio, un acto que preocupa a la sociedad en su conjunto

Porque vosotros, hombres, cuando habláis de algo, en seguida decís: esto es bueno, esto es malo? Con eso, ¿habéis explorado las conexiones íntimas de la acción? ¿Sabéis con seguridad exponer las causas de por qué sucedió, de por qué tuvo que suceder? Si supierais esto, no emitiríais vuestro juicio con tanta ligereza.

Tanto el suicidio como mucho de los actos que las personas realizamos, no tienen un significado fijo o estándar, solo uno por uno y a través de la palabra de cada quien, es posible develar el sentido y la causa de los mismos.
Habiendo hecho esta aclaración desde el Psicoanálisis de Orientación Lacaniana, podemos dar cuenta de este acto que preocupa a la sociedad en su conjunto.
Intentos suicidas
El dolor de existir, la angustia, son afectos constitutivos del ser humano. Cada uno encuentra distintos recursos para sostener su deseo de vivir. Aún así hay situaciones en las que se desestabiliza ese modo que encontramos (una desilusión amorosa, la pérdida de un ser querido, la pérdida de un proyecto de vida, sólo por nombrar algunos, actúan como elementos desencadenantes, pero no son la verdadera causa o la única. Estos desencadenantes re-actualizan situaciones traumáticas del pasado que al no haberse resuelto o elaborado a partir de la palabra, se enlazan a hechos actuales. Se desestabiliza así su modo de sostenerse en la vida, apareciendo en el lugar de la palabra el acto suicida como una forma de respuesta ante lo insoportable.
En esta amalgama de muerte y vida, a veces triunfa una y otra veces la otra. En los accidentes repetitivos, en los de tránsito, en las lesiones autoprovocadas, etc., la tendencia inconsciente a la muerte se expresa.
A estas tentativas de suicidas Jacques Lacan las denomina “acting aut”, que son llamados al Otro, pedidos de auxilio para que no suceda lo imposible de revertir.
Culpa, castigo y asesinato: suicidio
Sigmund Freud, en “Un caso de neurosis obsesiva”, destaca la relación entre suicidio y culpa. La culpa es consecuencia del profundo odio o del deseo de muerte hacia otra persona. Ante estos sentimientos rechazados por la conciencia por ser inaceptables para los valores del “yo” de la persona, surge la necesidad de castigo ante la culpa, ambas inconscientes. En Totem y tabú Freud sostiene que “Los impulsos suicidas de nuestros neuróticos resultan ser, por regla general, unos auto-castigos por deseos de muerte dirigidos a otros”.
Esta necesidad de castigo se relaciona tanto con el suicidio como con el asesinato. La identificación con el objeto amoroso (no se refiere solo a la relación de pareja) permite que en la agresión o destrucción contra sí mismo sea un modo de matar o dañar al otro.
Solo es posible matarse en la medida en que uno mismo se trata como objeto desapareciendo como sujeto deseante. Esta identificación al objeto será lo que Lacan resaltará como propiamente del pasaje al acto.
El valor de la palabra, de la escucha. La importancia del Otro
En Contribuciones para un debate sobre el suicidio, Freud se expresa de la siguiente forma: “Ahora bien, la escuela media tiene que conseguir algo más que no empujar a sus alumnos al suicidio; debe instarles el goce de vivir y proporcionarles apoyo, en una edad en que por las condiciones de su desarrollo se ven precisados a aflojar sus lazos con la casa paterna y la familia.
Nos autorizamos a extender esta sugerencia de Freud a las instituciones en las que los seres humanos vivimos, comenzando por la familia, pero sin desestimar en lo absolutos todos aquellos lazos de amistas, de pareja de trabajo y otros que nos sostiene en la vida en la medida en que al Otro le hacemos falta, que nuestra presencia cuenta.
Escuchar los llamados de atención, atender los pedidos de auxilio. Las amenazas pueden concretarse.
Muchas veces hemos escuchado “si amenaza es porque no lo quiere hacer” “Sólo quiere llamar la atención” “ha intentado tantas veces, parece que no quiere morirse”. Estos intentos, en el mejor de los caso fallidos, son un verdadero llamado a que alguien encuentre el modo de transmitirle un deseo, un deseo “no anónimo” sino encarnado de que viva, un deseo de vivir.
En algunas ocasiones, las amenazas verbales, las cartas de despedidas no pueden ser escuchadas, son leídas cuando el acto ha sido consumado, y aunque no quiera, el intento termina triunfando “la persona pierde su vida”, la muerte gana su partida.
Sin embargo, no es posible considerar todos los intentos de suicidio como acting out, y todos los suicidios consumados como pasajes al acto, ya que algunos acting out tienen como desenlace la muerte del sujeto, así como pasajes al acto suicidas en que el sujeto no muere, lo cual en algunas ocasiones “puede ser una oportunidad para él de darse aires” (Lacan).
Es posible deducir entonces que algunos intentos de suicidio puedan, en efecto, terminar en un suicidio consumado, siguiendo entonces la imposibilidad anteriormente mencionada de equiparar pasaje al acto a suicidio consumado y acting out a intento de suicidio.
Al estar los psicoanalistas advertidos de lo expuesto precedentemente es que somos cautelosos a la hora de opinar, cautela que implica respetar lo delicado del tema, la diversidad de cada sujeto para no caer en burdas y ligeras generalizaciones.
A estas manifestaciones podemos entenderlas como diferentes formas de presentarse en la actualidad de lo que Freud nos enseñó como la pulsión de muerte presente en todo ser humano conjuntamente con las pulsiones de vida, de cuya cara más extrema es el suicidio como acto logrado.
Como practicantes del psicoanálisis, nuestro recurso es la palabra a través de la cual propiciar al sujeto un espacio para el encuentro con su deseo de vivir.

(*) Del Instituto Oscar Masotta
CID Santiago del Este
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