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El hallazgo de la venerada imagen en una gruta de Choya

El hallazgo de la imagen de la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora del Valle, tuvo lugar entre 1618 y 1620 en una gruta de Choya. Este lugar es uno de los distritos del departamento Capital de la provincia de Catamarca, y el pueblo de Choya al que se hace mención en los antiguos documentos estaba situado a un kilómetro del actual del mismo nombre.
La imagen, según relata la historia, fue encontrada entre 1618 y 1620. Un indio de los encomendados al servicio de Don Manuel de Salazar (Administrador del Valle de Catamarca en 1615), en el silencio de la tarde percibió voces y ruido de pisadas.
Era un grupo de indiecitas que caminaban recelosas, como temiendo que alguien las sorprendiera. Llevaban lámparas y flores de la montaña. Como era de noche regresó a los ranchos de Choya.
Su curiosidad hizo que a la mañana siguiente regresara a esos parajes. Pronto dio con las huellas y encontró un sendero que, se veía, era muy transitado.
Caminó unos 5 kilómetros remontando la quebrada cuando, a unos 7 metros de altura, apareció un nicho de piedra bien disimulado. Al fin del nicho había rústicos asientos y restos de fogones, e incluso huellas de danzas.
Trepó al nicho y allá al fondo encontró una Imagen de la Santísima Virgen María. Era pequeñita, muy limpia, de rostro morenito y tenía las manos juntas.
Después de varios meses y de estar seguro de su descubrimiento, el indio le cuenta todo a su amo. Le dice que la veneraban, que estaba allí entre las piedras, que era morenita como los indios y que por eso la querían y que él también había aprendido a quererla.

El primer templo
Según la declaración del testigo Juan Cisternas: “Viéndola hacer tantos prodigios, le edificaron una capilla, que por la tradición antigua fue donde hoy (1764) están las paredes de la iglesia matriz de dicho Valle, en la parte del poniente a poca distancia y en que hoy corre el río del Valle que ha muchos años se la llevó”
En la edificación de la ermita de la Virgen del Valle hicieron sus aportes los más adinerados como Pedro de Maidana, Nuño Rodríguez Beltrán y el valioso y sacrificado esfuerzo de los pobres de la comunidad que llegaban con su trabajo de peones y albañiles.
También colaboraron Don Manuel de Salazar, Mateo de Acuña, Baltazar de Orellana, los hermanos Pérez de Hoyo, además de Juan Domínguez, carpintero de profesión que por su bondad y habilidad en diferentes trabajos, era por 1628 un personaje que gozaba de gran aprecio en todo el vecindario.
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