Ellas tienen más de 60 años y se animaron a tatuarse
Para los tatuajes ya no hay edad. La tendencia de pintarse el cuerpo ya no es exclusiva de la gente joven. Un grupo de mujeres de más de 60 también se animó a la tinta con agujas.
La frase “son cosas de chicos” no es válida. En el único local ubicado en la planta alta de una galería del barrio porteño de Villa Lugano, se encuentra un local de tatuajes donde se reunieron cinco personas de entre 60 y 80 años para charlar con Perfil sobre una realidad: la tercera edad también se tatúa.
“Me parecía una locura, no me gustaba. El tiempo me mostró que estaba equivocada. A los 62 años me hice el primer dibujo y ya tengo tres”, cuenta María Cristina Librini, madre de cinco hijos (tres de ellos, tatuadores). Tiene cuatro estrellas y una flor dibujadas en su muñeca. Simbolizan una coincidencia familiar; cuatro hijos varones y una mujer, igual que la cantidad de sus nietos.
“Elegí este modelo de tatuaje porque es sutil. Noto que hay mayor aceptación (de los tatuajes) porque se entendió que cada uno es dueño de su cuerpo”, agrega María Cristina que ya a sus 64 años se hizo una letra “A” en honor a la inicial de su madre, Amelia, que falleció hace dos meses.
De la misma manera, como un recuerdo para tener presente a cada momento, Marta, a sus 80 años también se agregó una “A” en la parte superior de su brazo izquierdo por su marido, Antonio. “Murió, pero siempre está conmigo y creo que es especial recordarlo así. El estaría de acuerdo”, dice y confiesa entre risas “quizás mis nietos me digan que estoy loca pero es lo que quise hacer”.
Con la libertad de dibujar como si fuera un lienzo, el tatuador Diego Starópoli pasa la tinta sobre el cuerpo de sus clientes, que, según cuenta, desde hace dos años son cada vez mayores. “Hay menos tabú y menos miedo. Ayudó mucho los programas tipo reality de locales de tattoo como Miami Inc., donde se ve a los artistas y sus clientes. Además muchos de los mayores vienen acompañados por sus nietos y termina siendo un momento familiar”, afirma Starópoli, de Mandinga Tattoo, quien desde 1993 trabaja en el rubro.
Coincide Gabriel Guadalupe del estudio Nosferatu Tattoo. “La tercera edad elige diseños que simbolicen algo, que representen un familiar. Incluso dibujos con mucho color. Hay algunos más osados que otros, pero es interesante poder tatuar a todo tipo de persona porque es algo que cada uno tiene que hacer sin miedo a los prejuicios”, dice.
En el caso de Master Tattoo, en el local recibieron una mujer de 85 años que eligió un modelo para tatuarse junto con su nieto. “La gente se anima y eso es lo importante porque esta actividad no tiene edad”, sostiene.
Análisis. Para el psicólogo Jorge Tarditi, “es valioso que una generación incorpore algunos recursos o herramientas culturales característicos de otra es que pueda apropiarse de ellos.
Es importante animarse a cuestionar o dejar de lado los juicios previos. El tatuaje es una intervención real en el cuerpo que implica dolor y produce una marca que se supone perenne, se impone la pregunta sobre cuál es la función de esa marca para quien decide generarla en su cuerpo, aunque la respuesta será diferente en cada sujeto”, explica. Tarditi además dice que “se puede pensar que se quiere lograr algún tipo de exhibicionismo por lo que genera en la mirada del otro o quizás es parte de una ritualización simbólica; la inscripción carnal de algo que se perdió o que se teme olvidar o perder en lo psíquico”.
Lejos de eso, Jorge Lepore, fotógrafo social, a sus 58, planea tatuarse una cámara de fotos antigua y no le importa el qué dirán. “Siempre me sentí jovial y creo que no se me pasó el tiempo de nada, por eso me animo a hacerlo. Mi esposa y mis hijas me apoyan y es lo único que me importa”.
Lo mismo le pasa a Ana Kevorkian que a punto de cumplir 70 se hará su tercer tatuaje. “Una amiga me pidió que la acompañara a tatuarse. Lo veía como algo extraño, no me gustaba para nada, pero luego de esa situación lo pensé y me pregunté por qué no me voy a tatuar yo. Entonces lo hice. Un trébol y una vaquita de San Antonio, uno en cada hombro; el próximo será un colibrí en la espalda”, cuenta.
En el caso de Mónica Peirano, a los 50 se tatuó por primera vez y cuatro años después ya tiene once dibujos. “Me dijeron una vez vieja ridícula y sé que me miran muchas mujeres con recelo, pero no me importa”, finalizó.
“Me parecía una locura, no me gustaba. El tiempo me mostró que estaba equivocada. A los 62 años me hice el primer dibujo y ya tengo tres”, cuenta María Cristina Librini, madre de cinco hijos (tres de ellos, tatuadores). Tiene cuatro estrellas y una flor dibujadas en su muñeca. Simbolizan una coincidencia familiar; cuatro hijos varones y una mujer, igual que la cantidad de sus nietos.
“Elegí este modelo de tatuaje porque es sutil. Noto que hay mayor aceptación (de los tatuajes) porque se entendió que cada uno es dueño de su cuerpo”, agrega María Cristina que ya a sus 64 años se hizo una letra “A” en honor a la inicial de su madre, Amelia, que falleció hace dos meses.
De la misma manera, como un recuerdo para tener presente a cada momento, Marta, a sus 80 años también se agregó una “A” en la parte superior de su brazo izquierdo por su marido, Antonio. “Murió, pero siempre está conmigo y creo que es especial recordarlo así. El estaría de acuerdo”, dice y confiesa entre risas “quizás mis nietos me digan que estoy loca pero es lo que quise hacer”.
Con la libertad de dibujar como si fuera un lienzo, el tatuador Diego Starópoli pasa la tinta sobre el cuerpo de sus clientes, que, según cuenta, desde hace dos años son cada vez mayores. “Hay menos tabú y menos miedo. Ayudó mucho los programas tipo reality de locales de tattoo como Miami Inc., donde se ve a los artistas y sus clientes. Además muchos de los mayores vienen acompañados por sus nietos y termina siendo un momento familiar”, afirma Starópoli, de Mandinga Tattoo, quien desde 1993 trabaja en el rubro.
Coincide Gabriel Guadalupe del estudio Nosferatu Tattoo. “La tercera edad elige diseños que simbolicen algo, que representen un familiar. Incluso dibujos con mucho color. Hay algunos más osados que otros, pero es interesante poder tatuar a todo tipo de persona porque es algo que cada uno tiene que hacer sin miedo a los prejuicios”, dice.
En el caso de Master Tattoo, en el local recibieron una mujer de 85 años que eligió un modelo para tatuarse junto con su nieto. “La gente se anima y eso es lo importante porque esta actividad no tiene edad”, sostiene.
Análisis. Para el psicólogo Jorge Tarditi, “es valioso que una generación incorpore algunos recursos o herramientas culturales característicos de otra es que pueda apropiarse de ellos.
Es importante animarse a cuestionar o dejar de lado los juicios previos. El tatuaje es una intervención real en el cuerpo que implica dolor y produce una marca que se supone perenne, se impone la pregunta sobre cuál es la función de esa marca para quien decide generarla en su cuerpo, aunque la respuesta será diferente en cada sujeto”, explica. Tarditi además dice que “se puede pensar que se quiere lograr algún tipo de exhibicionismo por lo que genera en la mirada del otro o quizás es parte de una ritualización simbólica; la inscripción carnal de algo que se perdió o que se teme olvidar o perder en lo psíquico”.
Lejos de eso, Jorge Lepore, fotógrafo social, a sus 58, planea tatuarse una cámara de fotos antigua y no le importa el qué dirán. “Siempre me sentí jovial y creo que no se me pasó el tiempo de nada, por eso me animo a hacerlo. Mi esposa y mis hijas me apoyan y es lo único que me importa”.
Lo mismo le pasa a Ana Kevorkian que a punto de cumplir 70 se hará su tercer tatuaje. “Una amiga me pidió que la acompañara a tatuarse. Lo veía como algo extraño, no me gustaba para nada, pero luego de esa situación lo pensé y me pregunté por qué no me voy a tatuar yo. Entonces lo hice. Un trébol y una vaquita de San Antonio, uno en cada hombro; el próximo será un colibrí en la espalda”, cuenta.
En el caso de Mónica Peirano, a los 50 se tatuó por primera vez y cuatro años después ya tiene once dibujos. “Me dijeron una vez vieja ridícula y sé que me miran muchas mujeres con recelo, pero no me importa”, finalizó.