La imagen del profeta

Recientemente hemos celebrado el nacimiento de San Juan Bautista, una fiesta más en nuestra Iglesia, pero el nacimiento es el comienzo de una misión. El nacimiento es el comienzo para dar la posibilidad a otras personas de conocer a Dios. Conocemos la historia entre María e Isabel y, sobre todo, sabemos lo que Zacarías dudaba de que Isabel a su edad pudiera tener hijos, dudaba, como podemos dudar hoy nosotros cuando tenemos un proyecto o algo para cumplir y decimos ‘no sé si es posible’. Si somos cristianos, no debemos decir ‘ojalá’, no es palabra de fe. Sin embargo, María cuando recibió el anuncio que iba a ser madre y dar a luz al hijo de Dios, con alegría fue a visitar a Isabel, porque ella estaba embarazada de Juan Bautista en su seno. Estas mujeres van hacia el encuentro y dos niños se van a encontrar. Es la alegría, la felicidad. Va a nacer Juan Bautista antes que Jesús. La tradición era ir a la sinagoga a cumplir con la ley ocho días después del nacimiento, allí el sacerdote, diácono u obispo pedía el nombre que se le había dado al hijo. Entonces, le tenían que dar un nombre y querían que fuera Zacarías, porque es el nombre de su padre. Pero algo va a cambiar porque hay una inspiración de Dios. No es un hijo, ni una persona cualquiera. Es un elegido y va a recibir la gracia por esa inspiración, por lo que la madre dijo que se iba a llamar Juan Bautista. ‘¿Cómo va a llamarse Juan si no hay nadie en la familia con ese nombre?’, dijeron algunos. Hoy no es así, a los tres meses de embarazo le dan un nombre de un artista. También muchas veces decimos hay que darle el apellido, sino no es su hijo, no puede tener herencia o no puede tener nada. Pero tenemos que saber que en el nombre hay una misión. Todos tenemos una misión, tenemos algo que hacer. Por eso a veces los padres pueden elegir un santo y hay que buscar ese santo, qué ha hecho en su vida y preguntarnos ¿cuál es la misión que me han dado los padres? ¿Cuál es la misión en mi Iglesia hoy? Juan Bautista se fortalecía en su espíritu y vivió en lugares desiertos hasta que se manifestó al pueblo de Israel. Creció en lugares desiertos, para vivir ese silencio, la comunicación con su Dios, porque tiene una misión: él quiere recibir la gracia de Dios para cumplir esta misión, la de preparar la venida del Salvador. Entonces, necesita vivir, no en la miseria, sino haciendo un sacrificio, un ejercicio espiritual para estar en ese lugar desierto, apartarse de todo lo que hay como obstáculo. Por eso a veces hay que buscar o construir su lugar desierto para reflexionar sobre sus vidas. Tenemos que ver qué estoy haciendo, qué me dice Dios en su Palabra, por qué he nacido, por qué he recibido el bautismo. Al recibir el bautismo somos profetas. Somos sacerdotes, reyes. Basta de decir ‘nosotros somos misioneros’. Todos somos misioneros, porque la Iglesia es misionera, que anuncia, denuncia. Esa es la misión de la Iglesia y la nuestra también. Por eso, se da esa imagen de Juan de lo que es el profeta. Dios llama siempre, somos sus elegidos. No hay que decir Dios ‘me ha dejado de lado’, ‘ha permitido todo lo que hay como dificultad en mi familia’. No. Dios nos conoce a cada uno de nosotros. El profeta no tiene miedo, tiene su libertad para hablar; y debemos vivir de esta manera. En nuestra Iglesia debemos volver a ser profetas. El profeta es un servidor. Basta de decir ‘Dios me ha mandado un mensaje para ustedes’. Somos servidores de la Palabra de Dios, no hay otra revelación en nuestra Iglesia; desde el Antiguo Testamento y Jesús no hay otros mensajes. Tenemos que discernir bien. Cristo es la luz del mundo y nosotros, los profetas del bautismo, somos luz en nuestras familias, comunidades, parroquias y en el mundo. Debemos ser luces, a toda oscuridad hay que poner luz. No debemos vivir en la complicidad de los que hacen mal para quedar en la oscuridad. Hermanas y hermanos, es la razón que la iglesia celebra el nacimiento de Juan Bautista, es el último profeta y después nació Jesús. Es muy importante y podemos recordarnos que no vivimos sin objetivos, ni proyectos, tenemos muchas cosas que hacer por el bien de todos. Si hemos nacido, si hemos recibido el bautismo en la gracia de Dios, ¿qué debemos hacer si somos elegidos de Dios? Es nuestra fortaleza y debemos dar gracias. ¿Cuántas veces nos cuesta, como cristianos, dar gracias? No se trata de una formalidad, sino dar gracias de lo que hemos recibido, de los bienes y riquezas que Dios nos ha dado. Todos los días hay que dar gracias. El profeta vive esa humildad, Juan Bautista ha vivido esa humildad para decir no es nada de nadie, no tiene fama. Él va a señalar a Jesús. Debemos llegar a vivir de esa manera, porque sin Dios no tenemos nada, sin su gracia no somos nada. Él nos conoce, nadie puede esconderse. Dios nos mira con ternura y misericordia; cada uno tiene esa protección. Dios no está lejos, conoce nuestras alegrías y sufrimientos, está con nosotros, pero tiene su paciencia. Juan ha cumplido su misión, ha dado a conocer eso, ha llamado a la conversión, a cambiarnos, y dejar la gracia de Dios transformarnos. Es nuestra misión y la misión de la Iglesia hacer que las otras personas puedan conocer a ese Dios y lleguen a ser puentes verdaderos hacia Él. Pedimos también a la Virgen María, Isabel y Zacarías para que intercedan por nuestras dificultades, alegrías para que podamos llegar a dar testimonio: Cristo está vivo hoy, está con nosotros y está para ayudarnos a cumplir esta misión. Que la Eucaristía sea para nosotros alimento para vivir nuestra profecía, nuestra misión hoy, mañana y por los siglos de los siglos. l
Ir a la nota original

MÁS NOTICIAS