OPINIÓN

Indagan en las fisuras del asesinato, sostenido hoy en verdades a medias

Por Gustavo Gallardo, de la Redacción de EL LIBERAL

La inmensa represa desde donde fue llevado Marito a su tumba, quizá "atesora" pruebas valiosas, capaces de desentrañar un crimen que dista mucho de ser perfecto.

Por el horario en que fue levantado, a la siesta, es obvio que había personas que habrían contemplado la actividad en derredor.

Hay dos tabiques. Hasta que el sol se ocultó en el horizonte, los obreros confiaron: "Estuvimos trabajando fuerte y no se vio nada", dijeron.

Otro dato no menor. Hay un barrio circundante, con adultos y niños que habrían rondado la represa, ya que emerge como paso obligado.

Si nadie contempló la antesala a la tragedia del niño, ¿tampoco nadie vio a personas o vehículos cerca?

Si nos guiamos por boca de los protagonistas, "Rodi" sostendría que estaba trabajando esa siesta, pero "Burra" señaló que estuvo en el tabique pidiendo trabajo.

En la línea de "Burra", los testigos Sosa y Ledesma endilgan a "Rody" la captura del pequeño y un diálogo telefónico, mientras Marito forcejeaba, antes de ser ingresado a un automóvil oscuro, sin baúl.

Unos afirman que "Rody" se alejó a pie. Otros, que ascendió al auto y huyó raudamente con el chico.

Aún está enclavado en el anonimato lo que pasó el día y medio posterior, hasta que los homicidas se desprendieron del cuerpo en un basural.

Contra toda lógica no lo enterraron en el monte. Lo abandonaron en un camino, para que fuera encontrado.

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