Su hija Verónica vino "con un pan bajo del brazo"

Luisa Albinoni no dejó la actuación porque sí. Tenía un motivo muy importante. Quería ser madre, dedicarse de lleno a su hija Verónica, a quien logró adoptar tras un largo proceso de búsqueda, espera y lucha.

-¿Le costó hacer ese paréntesis en su carrera artística?

-A mí no me costó porque en ese momento, a los 52 años, había perdido mi último embarazo, y le había propuesto adoptar a quien era mi marido en aquel momento, cosa que él recibió de muy mala manera. La pareja fue deteriorándose y después seguí sola con el tema de la adopción. Y paralelamente a esto no había muchas cosas importantes para hacer, ni muchas ficciones.

Yo tenía mi empresa de refacciones, por lo que dejar mi trabajo como actriz no significaba quedarme sin el sustento. Tenía con qué mantenerme. Por eso lo pude hacer. Después llegó mi hija con un pan bajo el brazo.

-¿Alguna vez sintió el olvido?

-Nunca. La gente me veía por la calle y me preguntaba siempre qué me encontré detrás del árbol, si camino mirando para el piso como me enseñó papá, todas frases que yo decía en La Peluquería de Don Mateo. No sentí nunca el olvido. Pero sí me doy cuenta lo que se puede sentir y lo decimos en la obra. Decimos lo que nos ocurre con el paso del tiempo.

-Volvió con José María Muscari, en Póstumos.

-Podría decir que fue él quien me ayudó a tirarme a la pileta. Me ofrecían cosas que después de haber hecho un personaje tan popular y ser tan querida por la gente, me daba miedo de volver y defraudar al público que me había dado ese voto de familiaridad y me permitió entrar a sus hogares. Hasta que llegó Póstumos, la obra que compartí con Hilda Bernard, Edda Díaz y gran elenco, y de ahí en más no paré. Coincidió con que había terminado los trámites de adopción de mi hija. Fue ella quien me enseñó a volver a lo que realmente yo era.

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