Santiago Inolvidable: la obra de monseñor Jorge Gottau

Por Leonardo “Nano” Gigli.

Un buen día, recibí una llamada telefónica del propio monseñor Gottau, para que le realizara una película documental referida a su diócesis, que por supuesto acepté encantado. Entonces el obispo me dijo que fuera a Añatuya, con ropas para unos 15 días, cosa que me extrañó, ya que consideraba que con uno o dos días bastaba para filmar en esa ciudad, pensando que la diócesis, se limitaba a ese ejido, sin saber que ocupaba la mitad de la provincia al este del río Salado con una superficie de 68.000 Km2 No bastaron esos 15 días, para registrar las innumerables obras, sociales y pastorales, que realizara este prelado, con la invalorable ayuda de los sacerdotes Antonio Baseotto y Emilio Elizalde, quienes de la nada y con mucho ingenio, convirtieron en un vergel, la diócesis más pobre y extensa del planeta.

Cuando llegué al Obispado, en 1976, sólo habían pasado 15 años de su creación, y ya encontré tantas realizaciones, que me asombraron, por su diversidad, magnitud y sentido humanitario, que estoy seguro que pocos santiagueños conocen.

Comencé a filmar en la ciudad de Añatuya, la sede del Obispado, la Catedral, capillas barriales, monasterio de clausura, hogares de ancianos, cotolengos, jardines de infantes, colegios primarios y secundarios, dispensarios médicos gratuitos, servicios de odontología, análisis y rayos, farmacias, talleres de costura y cerámica, clubes deportivos, bibliotecas, casas de retiro espiritual, asistencia diaria de alimentos a no videntes, entrega de vestimentas, construcción de barrios enteros por ayuda mutua y muchas otras cosas más.

Al tercer día, acompañé al obispo en su recorrida periódica a todos los rincones de su diócesis, en una camioneta, repleta de suministros, por polvorientos caminos. En cada punto que parábamos se interesaba por las necesidades de los pobladores, y a los niños les obsequiaba golosinas, que en realidad eran praliné de soja con proteínas. En cada localidad, oficiaba una misa, daba clase de catequesis, controlaba la ejecución de obras y el funcionamiento de los servicios sociales y espirituales. En cada población, por más pequeña que fuera, se instaló una posta sanitaria, para brindar primeros auxilios y remedios de toda clase, talleres de tejido y mecanografía, para posibilitar una salida laboral a la juventud, todo atendido por abnegadas monjitas europeas, que dejaron sus hermosos países para servir en estas desoladas tierras.

En Quimilí me sorprendió un colegio secundario modelo, con elementos didácticos, que no he visto en establecimientos oficiales, en Campo Gallo, una escuela industrial, con inmensos talleres, dotados de importantes maquinarias, en Monte Quemado hasta un seminario y en San José del Boquerón un monasterio. He filmado a monjitas montadas en una zorra, para llevar agua a una viejita en medio del monte y a otras cruzar el río Salado por un precario puente de sogas, con sus bicicletas a cuestas. Numerosos sacerdotes extranjeros y argentinos, atienden en 311 iglesias y capillas de 23 parroquias.

Fue primordial la preocupación de monseñor Gottau por mejorar los hábitos de alimentación y comportamiento de los pobladores, enseñando a cultivar legumbres en huertos propios, plantar flores, edificar sus hogares por esfuerzo propio y que sus hijos tengan una buena educación.

Por iniciativas del propio obispo Jorge, se construyeron los canales que proveen de agua potable y riego a una vasta zona que carecía del vital elemento.

En esos años, como no existían los teléfonos celulares, las comunicaciones se hacían por una red de radios con la central en Añatuya, desde donde se atendían los requerimientos con gran eficacia y celeridad. La mayoría de estas concreciones se obtuvieron gracias a donaciones, gestionadas por monseñor Gottau en organizaciones caritativas alemanas. Otra faceta del obispo, es su visión y capacidad creativa, concretando la Colecta Más por Menos a nivel nacional, para ayuda de las diócesis más carenciadas, utilizando, en un principio para su difusión, carteles con fotos de Pedro Raota, el mejor fotógrafo del mundo.

En el año 1979, tuve la inmensa suerte de encontrarme en Roma, con monseñor Gottau, quien me facilitó un lugar preferencial en la audiencia papal de Juan Pablo II, desde donde pude filmar la bendición impartida junto al otro obispo de Santiago, monseñor Manuel Tato, imágenes que atesoro con gran cariño.

Actualmente se está gestionando la canonización de monseñor Jorge Gottau, y como para ser santo se requiere comprobar al menos un milagro, yo creo que he sido testigo, no de uno sino de cientos de ellos, al ver a un cieguito recibir su sustento, a un niñito minusválido, atendido por una cariñosa religiosa en un hogarcito digno, a una viejita desdentada, en su humilde rancho recibir la visita de una monjita, y a varias generaciones de jóvenes tener un promisorio futuro. Nunca nadie hizo tanto con tan poco.

No puedo dejar de sentirme un privilegiado, al haber conocido a un hombre de Dios y su magnífica obra y haber gozado de su amistad y deferencia. No cualquiera tiene por cliente a un santo. l

Ir a la nota original

MÁS NOTICIAS