Vejez

¡Buen día! “En el otoño de la vida, toda persona sueña con un sinfín de pequeñas cosas para no sentirse como rama desgajada del árbol fecundo de la existencia: un rayo de sol, un apretón de mano, una sonrisa, una palabra amable, una visita, un momento de silencio y de paz para hablar con Dios”. Así comienza “Bienaventuranzas del atardecer”, un precioso libro de Antonio Alonso, impreso en España y editado por Paulinas. Fotos sugestivas, textos bellos, clima de frescura. Va una muestra: “Hace mucho no doy cuerda al corazón. Pero él despierta cada día antes del alba y me obliga a pensar y a dar vueltas a mil cosas. Desde mi cuarto veo el bosque amanecido, demasiado intenso y sin caminos y así la vida tantas veces: sin quedar claro con frecuencia si es otoño o primavera, ocaso o alba. Los días, las personas y las cosas, son como un árbol más en el gran bosque y tengo la impresión de estar cruzando un camino hacia el misterio. Sin embargo, yo sé que está la vida por delante que merece la pena, que estás Tú, y antes de dar el paso nuevo me encontrarás de pie, con la misión cumplida’. La mayoría de los textos tienen forma de oración, justificando el subtítulo que aparece en la portada: “Nuestros mayores hablan con Dios”. Hoja tras hoja van desfilando los momentos de un anciano. Mezclados al recuerdo largo y al futuro incierto, las plegarias brotan bellas y espontáneas en palabras que desgranan pensamientos. Va otro ejemplo: ‘Señor ¡aquí me tienes! Ya no huyo, ya no tengo tantísimo que hacer, ni planes, ni soberbia, ni importancia. Del trabajo quizás, más de la vida ¡jamás me he de sentir un jubilado! Pero ahora, en este atardecer, estoy tranquilo, me quedan muchas horas por delante para rumiar recuerdos, para rezar lo que debí otro tiempo, para escuchar en silencio tu mensaje, para leer con calma tu Evangelio. Vendrá la noche y todo estará listo. Miro con compasión y con nostalgia mis infinitas tonterías, miro con lástima incluso mis pecados. Y en este atardecer, con el gozo saltándome por dentro, voy desgranando mi rosario’. ¡Hasta mañana!
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