Santiago inolvidable: los bailes de ayer...

Por Leonardo “Nano” Gigli.

Con el paso de los años, las costumbres, las modalidades y la moda, van cambiando, y no siempre para mejorar. Yo nací en una época en la que las cosas y divertimentos, estaban reservados para los grandes, pero cuando fui mayor, las cosas se dirigían hacia la juventud, pucha, que mala suerte!

Antes, en la era PR (pre rock), para ir a un baile, tenías que haber pasado la edad del pavo y haber alargado los pantalones, siendo el primer paso, los “vermouth danzante” reuniones familiares, a las que se podía concurrir como invitado o como “boga”

En la puerta, siempre estaba la madre de la organizadora, que luego de una mirada escaneadora, te preguntaba ¿y vos quien sos? y después de analizar los dos apellidos que inventabas, decía: bueno pasá, pero bajo sospecha!

En un amplio patio cubierto por un toldo, sentadas en las sillas estaban las que iban a bailar y las que iban a planchar, una mucama uniformada, ofrecía vasos de Crush y algunos canapés, y de un toca disco se oía la voz de Gregorio Barrios cantando el bolero “Vanidad “.- Los sábados a la noche, se podía concurrir en los “Bancarios” a los famosos “floor show” de Homero Luna para bailar con los discos de Nacho Araujo, y en las siestas de los domingos, a los “Té danzantes”, en la confitería Los Dos Chinos, con la orquesta de Luis Napoleón Soria.

Bailar en el Parque de Grandes Espectáculos, era toda una odisea. Una vez fijado el objetivo, uno se dirigía a la mesa en donde estaba siempre, la hermanita menor con un vestidito azul, el padre comiendo las milanesas picadas que estaban al lado de una jarra de clericó, y allí, en su trono la mamá, que te echaba una mirada de arriba abajo, murmurando, y…bueno.

Ceremoniosamente la invitabas diciendo: mme permite? y ella respondía: encantada joven…. y la acompañabas, recorriendo unas 60 yardas, hasta el centro de la pista, y cuando te disponías bailar, chan chan, terminaba el disco. A continuación, podía suceder dos cosas: que la siguiente pieza sea del mismo ritmo, o sino de otro difícil de bailar como “Delicado” de Waldir Acevedo, que estaba muy de moda, y la repetían tanto, que le pusieron de sobrenombre: “canto del sartén” (por que rompía los huevos).

En la periferia de la ciudad, se desarrollaban bailes en establecimientos como “Grazziani” y el “Tinguilo” en los cuales, cuando una chica era invitada a bailar se excusaba diciendo que estaba ya comprometida con aquel, señalándolo con la punta del zapato, y en otra bailanta, las damas concurrían con sus bebés y al ser invitadas a danzar, entregaban el chiquito a sus amigas, diciéndoles: “Tomá tenemelo, que salgo a bailar”, por lo que al lugar se lo llamaba justamente “El tenemelo”. se hizo tan popular que hasta le hicieron un chacarera.

Eran tradicionales los bailes de fin de año en el Lawn Tenis, y en fechas conmemorativas, los realizados en las sedes de las colectividades: Sirio Libanesa, Italiana y Española. Justamente en ésta última, en una reunión realizada en pleno invierno, un muchacho, usó un traje que lo había tenido guardado por un tiempo, e invitó a bailar a una galleguita recién llegada de España, quien le comentó al compañero: oiga joven, que olor a bolas tiene usted!... el muchacho quedó petrificado hasta que se dio cuenta que la españolita se refería a las bolillas de naftalina.

Una noche concurrí a una reunión en la Sociedad Italiana, en la que aparte de tocar solamente tangos, repetían el mismo, una y otra vez, extrañado fui a reclamar al operador (DJ) y me contestó que había pocos discos, cosa que no era cierto, por lo que me quedé a observarlo, y al ver unas actitudes un tanto extrañas, le pregunté si sabía leer? y el me respondió que no.- En un tiempo, por decreto, se estableció que la mayoría de los temas a bailar sean de música nacional.

A mí personalmente no me gustaba el tango, por que al bailarlo, había que poner una cara de porteño canyengue y canchero, aparte de no saber hacer el “ocho”. Además me parecían ridículas las letras de algunos tangos como “El Tarta”(cantado como un tartamudo) y en otro lo hacían en jeringonza: “sepeñoporipitapa”, y encima comparaban al cafetín de Buenos Aires, con la madre.

Por lo que prefería un bolero, que era más romántico. Espero de los tangueros de hoy, no tomen a mal estas apreciaciones que son puramente personales, y por supuesto, se me ”piantaba un lagrimón” cuando escuchaba un tango en el extranjero.

La distancia entre las parejas, era inversamente proporcional al cuadrado del tiempo que faltaba para el compromiso matrimonial, y al concretarse éste, recién se permitía un leve amure.-(buscar en Wikipedia el significado de este término)

Todas estas modalidades, se repetían años tras años, hasta que un día, en los sesenta, en la primera función “trasnoche” del cine Petit, exhibieron la película “Al compás del reloj” con Bill Halley y sus Cometas, presentando por primera el Rock and Roll, y desde el día siguiente, hubo un cambio total en las actitudes de la juventud santiagueña, en su forma de vestir, divertirse y comportarse.

En cuanto a los bailes actuales, pienso que los jóvenes de hoy, han perdido, la oportunidad de experimentar la maravillosa sensación de acercarse, tomar la mano, y ceñir la cintura de una hermosa chica con el fondo musical de una bella melodía.

¿Todo tiempo pasado fue mejor?

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