Textos de Lucía Kobylañski de Peralta
A la memoria de Celestina Francisca Edippo de Castagno.
La Nona
Mis padres se fueron a Buenos Aires. Debían operar a mamá. Fui la responsable de la casa y de mis dos hermanos; pero como la Nona se instaló para cuidarnos, todo fue fácil, alegre y divertido. Nos convenció de que, dado que a mamá le gustaba tanto el orden y la limpieza, nos dedicáramos, un poco cada día, a mejorar la casa. Con borrador, limpiamos los escritos en las paredes (podría describir cada centímetro de zócalo rescatado). Con ingenio, arreglamos el viejo jarrón –preferido de Anita- pegando cintas y figuras de papel brillante y colorido. Debimos cuidar las plantas: cada día cortar las hojas secas, regar, querer y atender (ése es el secreto de un lindo jardín).
Por suerte, como la Nona era italiana, no nos torturaba con los deberes; pero, “incansable hormiguita” nos tuvo todo el día “fregando”: ¿Cuándo volverá mamá? Empecé a extrañarla.
Una tarde, sonó el teléfono. Corrí a atender. Era papá. La operación había sido exitosa, pero debía permanecer allá un mes. Como no podía estar sin nosotros iríamos a visitarla. ¿Saben lo que era ir a Buenos Aires? Tuve mucho miedo sobre todo por Guyín de seis años, travieso, que siempre se ingeniaba para “encontrar un chichón” y Miky que apenas tenía tres años. La Nona preparó nuestras valijas y nos despidió. Papá nos esperó en la gran capital.
Doy fe de que Dios existe y de que el Ángel de la Guarda nos protege. Llegamos bien. Encontramos a papá, acompañamos a mamá y ¡conocimos tantas cosas lindas!...
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Tardecita santiagueña
Tengo una tentación: ¿si saco las tirillas, dejará de tocar la Banda? Me hago la distraída y llevo mi empresa adelante. Quito la tercera (no alcanzo las otras). Dos focos potentes me enceguecen. Me descubrirán, sin duda; ¿pero quién me quita el placer de la aventura, en un ambiente cargado del perfume de las flores, la cordialidad de los vecinos, la belleza de la música?