La conmovedora historia del adicto que se hizo millonario con un jugo

Khalil Rafati quedó en situación de calle y al borde de la muerte por su adicción a la heroína y la cocaína, pero un compañero de un centro de rehabilitación lo ayudó.

Una sobredosis de heroína en una fiesta de Malibú casi termina con la vida de Rafati quien, según contó tras dos años en la cárcel, decidió que tenía que salir de la calle y hacer algo con su vida, como sea.

Hoy, a quince años de aquella vida de perdición, de esos años en prisión y de esa decisión, Khalil es un millonario, un hombre de negocios que logró el éxito haciendo jugos caseros.

Fue en los '90 que se trasladó a Los Ángeles para trabajar vendiendo autos, hasta que las drogas se cruzaron en su camino y lo perdió todo. Sin embargo, fue tocar fondo lo que no le dejó otra alternativa más que empezar a subir.


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Tanto impacto causó su historia, que el hecho se convirtió en un libro: "I forgot to die"’ ("Me olvidé de morir"), se llama la biografía. Ahora Rafati busca ayudar a otros que hayan perdido la esperanza como le pasó a él. “Yo toqué el fondo de los fondos, no podía llegar más abajo”, dijo el protagonista en una entrevista con el diario estadounidense The New York Times.

En el 2003 tenía 33 años, pesaba 49 kilos y vivía en la calle, perdido en la heroína y la cocaína, sin un lugar a dónde ir: "Me sentía siempre agotado, sin energía. La depresión era diaria, no podía salir", cuenta.

El momento en que realmente cambió las cosas fue cuando un compañero del centro de rehabilitación Riviera lo introdujo en el mundo de los "jugos y superalimentos". Al poco tiempo de empezar, él ya hacía sus propios batidos y los vendía a los pacientes.

No tardó mucho en crecer, ya que sólo unos meses más tarde todo Malibú comenzó a comprar los jugos. "Así que mucha gente iba al centro de recuperación solo para disfrutar de uno de mis batidos", comenta. "Incluso llegó a ser un poco raro, ya que muchas de esas personas no eran parte del programa".

Hábil y al ver que había creado un producto que se vendía, Rafati se atrevió a pedir un préstamo bancario para abrir su propio negocio. Fue expandiendo su emprendimiento hasta tener su propia cadena, SunLife Organics, con seis locales en Los Ángeles, en los que sólo contrata a gente en situación de calle, o en recuperación de adicciones, personas que podrían haber sido él hace 15 años.


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