Jesús está vivo

En este Domingo de Pascua no quiero dejar pasar la oportunidad de hablar de ese Cristo vivo, hoy. Cristo está vivo porque durante cuarenta días hemos hecho la abstinencia, hemos acompañado a Jesús en su camino hacia Jerusalén, hemos ido en el desierto con Él, hemos bajado para ir a Galilea y entrar en esas ciudades para encontrar la realidad de la vida concreta. Después Jesús entrará a Jerusalén, en donde enseñará, acompañará y vivirá una experiencia. Desde el Jueves Santo hemos entrado en el credo Pascual para vivir las experiencias y los misterios. En la última cena que Jesús ha dado a sus discípulos, y todo lo que ha hecho como ejemplo, como lavar los pies, fue para mostrar que hay que servir. El Viernes después de que Judas lo ha entregado, van a matar. No es algo crudo pero es una realidad. Lo han matado porque molestaba. Y el Sábado se vivió la esperanza de que Jesús resucitará o no. Ahora, después de vivir la Vigilia, esperando que salga, gracias a mujeres que han ido para ver si realmente estaba su cuerpo o no, han dado una buena noticia: ¡Cristo está vivo! Cristo no está en la tumba… Cristo ha resucitado. Es el grito de alegría de todos los cristianos, de todos lo que han seguido a Cristo. Ahora saben que Cristo no es todo lo que podemos pensar… es el hijo de Dios. Es el grito de los cristianos ante un mundo de muertes. Resucitó y es la luz que nos ilumina a todos nosotros, nuestras noches y nuestras oscuridades. Resucitó y es la esencia del discípulo: vida, luz y paz en el corazón. Cristo está vivo y con su vida nos da buena esperanza, y ha terminado con todo lo que podemos pensar. Por eso, como esas mujeres que fueron para hacer el encuentro, para ver qué había pasado, nosotros también debemos buscar el Cristo vivo, no quedar en lo que hemos pasado y vivido. Hay que cambiar de mentalidad de muchas cosas en nuestra vida. No somos muertos, somos vivos con Cristo resucitado. Entonces, iniciamos hoy un tiempo nuevo, porque con la resurrección somos criaturas nuevas. Atrás ha quedado el sábado y ha iniciado el primer día de una nueva era: la era de la vida, del amor, del triunfo. Cristo ha vencido al mundo, ha vencido el mal, ha vencido toda la venganza, el odio, rencor, los celos. Atrás han quedado las normas, las leyes y los temores. Se inicia el comienzo de la vida, y ese día se convierte en el Primer Domingo del Señor. No teman con las palabras que inaugura este nuevo tiempo y que en todo el camino pascual se repetirán constantemente. “La paz esté con ustedes”, es lo que va a decir Jesús, porque la resurrección de Jesús no solamente vence los temores sino que también produce la paz, la alegría. Es para nosotros una buena noticia siempre, porque si hay pasión, si hay muerte, hay resurrección. No nos quedamos con la pasión, y la muerte en sufrimiento, pero sí con la resurrección, que es la verdadera alegría, la que se contagia, la que vence las dudas, la que produce armonía en el corazón, la que supera los temores. Todo se hace nuevo y diferente. No hay que mirar al pasado. Quizás estamos en este camino con muchos sufrimientos, con problemas de trabajo, de salud, de familia, de amor. Pero debemos superarlos, para imitarlo a Él. Todos los domingos vivimos esta alegría, este triunfo de Jesús. No hay fracaso, no hay abandono, porque Cristo está con nosotros y quiere encontrarse con cada uno de nosotros. Cristo nos invita a salir de nuestra tumba, de nuestro sepulcro, porque con Él somos todos vivos. No podemos ser indiferentes. Si Cristo está vivo, necesitamos proclamarlo. Hay que anunciar con convicción, no por formalidad. No podemos quedarnos en los temores, en las cruces de injusticia. Necesitamos manifestar la vida. Hoy también, muchas mujeres y muchos hombres deberían ser informados que Jesús, el crucificado, no se encuentra en la tumba. Hay quienes siguen cargando una cruz sin sentido; hay quienes llevan el sufrimiento a cuesta, como si Cristo no hubiese resucitado. El sufrimiento, la cruz, el sepulcro, solo tendrán sentido si se ha experimentado la resurrección de Cristo. No hay temor, hay alegría. No hay dudas, hay realidad. Cristo está con nosotros. Hoy Domingo, debemos alegrarnos con nuestros hermanos, con los miembros de nuestra familia. Dejar todo en la tumba. Hoy, vamos a admirar nuestra vida para que en nuestros hogares, lugares de trabajos y de congregaciones, y de verdadera relación de amistad y de hermandad, podamos vivir como seres humanos que viven como Cristo. Quizás hemos perdido a nuestros seres queridos, pero nuestra fe está en la resurrección de Cristo. Si Cristo no ha resucitado, no hay fe, no hay iglesia. Hoy proclamemos a grito abierto: ¡Ah resucitado el Señor! Dios nuestro, que por medio de Tu hijo venciste a la muerte, y nos has abierto las puertas de la vida, concédenos defender, cuidar y vivir una vida plena. Que nuestra Madre nos ayude para alegrarnos con ella y con todos los discípulos y seguidores para que den la vida, para que amen a Cristo, en nuestro mundo. Amén.
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