Mercedes del Niño Jesús Guerra: una mujer tenaz y creativa
Por Rita Umaño Prof. de Historia y Teología del Col. Madre Mercedes Guerra
Mercedes fue dueña de una fe cimentada en la superación de los obstáculos, de los límites, de las dificultades. Una mujer intrépida que no dejó de creer que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Había suplicado a la Virgen de Lourdes por recuperar la visión y junto a su súplica había hecho una promesa, la de fundar una congregación que se encargara de una tarea tan esencial para la época como noble: la de cuidar enfermos a domicilio de forma gratuita. Luego de asombrar con la noticia a los médicos que la habían operado y que sabían que científicamente era imposible que recobrara la visión, de que podía ver, se dedicó a buscar los medios necesarios para que el sueño de la fundación se pudiera hacer realidad. Por aquellos días fue que Mercedes ganó para su causa a una jovencita con inquietudes vocacionales. Paula Tello había conocido a través de su tía a la infatigable y heroica santiagueña. Y a pesar de que toda su familia insistía para que ingresara a otra Congregación religiosa, ella decidió quedarse con Mercedes, convirtiéndose en su compañera incondicional. Fue así que juntas les tocó enfrentar la dureza del arzobispo de Buenos de Aires, Federico Aneiros, que se mostró duro e inconmovible. Las crónicas de la época, no dejan lugar a dudas sobre el rígido y árido recibimiento cuando relatan cómo fue el primer encuentro: "La señora Mercedes era demasiado anciana y sin recursos para emprender una fundación. La niña Paula era demasiado joven y como era delgadita, el señor arzobispo, creyó que estaba enferma y les dijo: ‘Usted señora es una persona sin atractivos… pobre, vieja y enferma y más bien está para ser cuidada que para cuidar enfermos. Esta niñita está perdiendo su tiempo, en vez de ir a otro lugar donde pueda ser de provecho. Pueden retirarse nomás, sin esperanza de que se les pueda conceder ningún permiso´…" Reflexionando sobre la reacción del Arzobispo recordamos aquellas palabras que San Pablo dirige a los Corintios hablando sobre el modo de obrar de Dios (1º Cor. 1,25): "Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres… Dios eligió lo que el mundo tiene por necio para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes…". Es evidente que los hombres tienen sus conceptos y Dios tiene los suyos. Y Mercedes, cuya vida había sido atravesada por los obstáculos y los limites, a pesar de su ancianidad, se preparó para luchar una vez más. Fueron numerosas las visitas al arzobispo y en cada una de ellas, él se encargó de dejarles en claro que no daría su permiso, hasta se negaba a escuchar a sus hermanas, mujeres piadosas que conocían todo el bien que Mercedes había hecho a la ciudad de Buenos Aires. Finalmente y luego de muchos meses de insistencia, accedió a otorgar el tan esperado permiso. Grande fue la alegría no sólo de Mercedes y Paula, sino también de aquellas mujeres que habían decidido sostener no solo económicamente esta gran obra, sino también trabajando junto a la perseverante mujer que les había enseñado con su propia vida que jamás hay que retroceder ni desanimarse ante las dificultades. De esta manera, comenzaba a dar sus primeros pasos en Buenos Aires una asociación piadosa que llevaría en sus inicios el nombre de Conservatorio Caridad de San Francisco.