Amor adolescente

¡Buen día! La adolescencia es, también, el tiempo en que el amor florece por vez primera. Y ya se sabe que “el primer amor que entra en el corazón es el último que sale de la memoria”. Él hace a la vez gozar y sufrir, mezclando extrañamente los sentimientos. Razón tenía Voltaire cuando escribía: “Entre todas las pasiones, la más fuerte es el amor, porque ataca a la vez a la cabeza, al corazón y al cuerpo”. Es cierto también que “rara vez el primer amor es el verdadero” (Mantegaza), porque suele ser más bien enamoramiento. Digamos, una antesala del amor. O bien, el brillo intermitente de una luz muy especial. En su libro ‘Triunfo’ Michel Quoist pone en boca de Dios este pequeño mensaje para un chico adolescente: “Escucha, pequeño. Párate un momento y haz silenciosamente un largo viaje hasta lo más profundo de tu corazón. Avanza a lo largo de tu amor recién hecho, como a contracorriente del río hasta encontrar su fuente. Y, al principio y al fondo del infinito misterio de tu amor inquieto, me encontrarás a mí. Pues yo me llamo amor y soy amor, ya desde siempre, y el amor está en ti”. Soy yo quien te hizo para amar, para amar eternamente: y tu amor pasará a “otra tú mismo”. Es a ella a quien buscas, ella está en tu camino, en tu camino desde siempre, sobre el camino de mi amor. Ahora es precioso esperar su llegada: ella se acerca, tú te acercas, y os reconocéis. Pues yo hice su cuerpo para ti y el tuyo para ella, yo hice tu corazón para ella, y el suyo para el tuyo, y por eso os buscáis en la noche, en mi noche, que se hará luz si confiáis en mí. Resérvate para ella, amigo mío, como ella se reserva para ti. Yo os guardaré al uno para el otro. Y, mientras, como tú tienes hambre de amor, he ido poniendo en tu camino a todos tus hermanos para que vayas amando. Créeme, el amor necesita un largo entrenamiento, y no hay diversas clases de amor, sino una sola: amar es olvidarse de sí mismo para ir hacia los demás. ¿Lo charlamos en familia? ¡Hasta mañana!
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