Cristo me llama hoy

Hoy vamos a aprovechar el Día de la Jornada Mundial de la Oración y de las Vocaciones para reflexionar. Sabemos que Dios nos llama, Dios nos necesita, Dios quiere que colaboremos con Él para ir a anunciar la buena noticia. A veces nos preguntamos ¿será que Cristo me llama? o ¿por qué Cristo me llama? Hay que decir sí o no. Primero Dios me llama a la vida, y la vida la tenemos en abundancia. Después me da la vocación cristiana. Todos la tenemos. Podemos aprovechar las palabras del Papa Benedicto XVI que decía: “Queridos jóvenes, no tengan miedo de Cristo. Él no quita nada, y lo da todo”. Después de recibir los sacramentos de iniciación, Cristo nos llama. Cristo nos llama sobre todo después de la confirmación porque llegamos a venir de adultos a la iglesia, al compromiso grande que debemos tomar. Hay que aceptar la llamada de Dios porque Él nos necesita para enviarnos. Hemos visto todo lo que ha pasado. Hay que discernir el llamado, la vocación. Decidir y no dejar pasar la oportunidad, y después actuar. Es un compromiso muy grande. Todo cristiano tiene una vocación, una misión adentro de la iglesia. Hay que descubrirla. Hacerse ayudar o pedir la gracia para iluminar su vida, su mente y sus decisiones. Por eso hay que hacer un encuentro sincero con Cristo. Sin ese encuentro no podremos conocer a Dios, y cómo vamos a hablar de Él sin conocerlo. Haz encuentro con Cristo para recibir su gracia, como lo han hecho todos los santos y las santas. Cuesta, quizás es difícil, pero es posible. No miren todo lo que dice y ofrece el mundo; hay que obrar en nombre de Dios de la Trinidad. Nunca decir no puedo, por qué a mí, o por qué Dios me llama. Aprovechando la llamada de Dios podemos citar el mensaje que ha dado el Papa por este domingo que es la Jornada Mundial de la Oración y de las Vocaciones con el lema “Empujados por el Espíritu para la misión”. El mensaje decía: “La dimensión misionera de la llama cristiana: quien se deja atraer por la voz de Dios que se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad”. Entonces, nosotros podemos llevar la buena noticia a los demás. La misión no es solo ir a visitar o compartir la vida de los demás, sino es ir, descubrir y hacer la propuesta a la gente. “Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio”. Me parece que todos somos misioneros, no hay un grupo, no hay personas misioneras; la iglesia toda es misionera. Continúa el Papa: “El discípulo, en efecto, no recibe el don del amor de Dios como un consuelo privado, y no está llamado a anunciarse a sí mismo, ni a velar los intereses de un negocio; simplemente ha sido tocado y transformado por la alegría de sentirse amado por Dios y no puede guardar esta experiencia solo para sí: «La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera». Por eso, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor”. Todo cristiano en vir tud de su bautismo es un portador de Cristo para los hermanos. Y debemos llegar a no mirar como consumidores, como cristianos de formalidad o de devoción. Somos cristianos comprometidos con el anuncio del Evangelio en nuestras casas, lugares de trabajo, realidades. Cuántas veces hemos pensado que la evangelización es únicamente el Papa. Todo cristiano, todo ser humano puede hacer conocer a Cristo. No se dejen impresionar, engañar, quitar la posibilidad de anunciar a Cristo. Hoy hablamos de que no hay sacerdotes, religiosos ni religiosas, laicos comprometidos. Nuestra iglesia, sobre todo en Santiago del Estero necesita personas comprometidas, hombre y mujeres, para llegar a decir y actuar como los apóstoles. No quedarnos en la iglesia, en las devociones, en las fiestas patronales. Hay que salir y encontrar las realidades porque adonde hay un ser humano está Cristo; donde hay dificultades hay un Cristo que sufre; adonde hay problemas, es Cristo que está en problemas. Nosotros no vamos a solucionar todo, pero podemos dar alivio, consuelo y esperanza. El Papa termina su mensaje orando a nuestra Madre, la Virgen María: “María Santísima, Madre de nuestro Salvador, tuvo la audacia de abrazar este sueño de Dios, poniendo su juventud y su entusiasmo en sus manos. Que su intercesión nos obtenga su misma apertura de corazón, la disponibilidad para decir nuestro «aquí estoy» a la llamada del Señor y la alegría de ponernos en camino, como ella, para anunciarlo al mundo entero”. Vayamos entonces, con esperanza, disponibilidad, generosidad y solidaridad porque Dios está vivo, está con nosotros. No guardemos lo que hemos recibido gratuitamente de Él. Amén. l
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