Manos divinas

¡Buenos días! Hay muchos modos de imaginarse las manos de Dios. Y cuando decimos que nos ponemos en ellas ni siquiera imaginamos todo lo que la expresión incluye. Tal vez nos ayude una oración de Tato Ortega, titulado precisamente “En Tus manos”. Estamos en Tus Manos, Señor. A pesar de nuestras complejas computadoras y nuestros vuelos espaciales, de las luces de neón y las drogas que nos atan, estamos en Tus Manos. Manos que conocieron el trabajo y el cansancio, y repartieron el pan de todo un pueblo, manos grandotas y sabias, enormes y eternas, tus incansables Manos de Papá. Manos que empujaron al pueblo en el desierto, manos que acariciaron el dolor de cada santo, manos torturadas y sangrantes, y por eso mismo redimidas por amor, inmaculadas. En esas manos tiernas y fuertes, poderosas y sensibles, están depositados nuestro cansancio como pueblo, nuestros anónimos gestos, nuestros concretos signos de reconciliación. Y por más que intenten confundirnos o desviarnos, nosotros ya no podremos olvidar Tus Manos blancas, perfectas, transfiguradas después de la Cruz, en signos palpables de Resurrección. Por eso estamos en Tus Manos. Con nuestra deuda externa y nuestros desocupados, con nuestras confusiones y nuestros desacuerdos, con nuestras equivocaciones, con nuestras mejores intenciones, con nuestra voluntad de ser latinoamericanos, justos y cristianos, con toda la esperanza puesta en esas Manos justicieras, que echadas a volar parecen palomas incansables, obstinadas mensajeras de Humanidad. Estamos en Tus Manos, Señor, y queremos vivir y morir en ellas”. Las manos de Dios están siempre disponibles. Y como no son manos físicas, abarcan mucho más de lo imaginable. Pero aún siendo todopoderosas, limitan su poder a la medida de nuestra entrega. No basta pues, estar en las Manos de Dios. Hay que dejarse tomar por ellas a cada instante. ¡Hasta mañana!
Ir a la nota original

MÁS NOTICIAS