María, Madre

¡Buen día! En su visita al Ecuador, el papa Francisco pronunció en Guayaquil una homilía sobre la familia. En ella rescata la figura de María en las bodas de Caná: “Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos, en amores alegres. Demos un lugar a María, la “Madre”, como dice el evangelista. María está atenta. Está atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace “ser hacia” los otros. Tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar la mala preparación de las bodas. Y como está atenta, con su discreción, se da cuenta de que falta el vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay de ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano, de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre “reclamadora”. ¡María, simplemente, es madre! ¡Ahí está, atenta y solícita!...” Pero María, en ese momento que se percata que falta el vino, acude con confianza a Jesús. Eso significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo. Directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo...”. Parece que Jesús quiere “zafar”, pero la madre lo conoce. No se achica. Jesús termina accediendo. Ella logra adelantar el tiempo de sus milagros. ¡Hasta mañana!
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