TORO POZO, SALAVINA

"Mi vida está terminada", dijo Parra y tomó cuatro viagras el día del crimen

El joven es el único sospechoso del brutal asesinato del 28 de abril. El lunes declarará; no negará el crimen, pero se explayará más en su encuentro con la víctima y el sangriento desenlace.

El colombiano Jefferson Parra atravesaría una profunda depresión, pero igual declarará ante la Fiscalía; no negará haber dado muerte a María Teresa Lobato y confesaría, inclusive, haber ingerido cuatro pastillas de Viagra.

"Mi vida está acabada; no sé por qué lo hice, pero quizá Dios alguna lección está dándome", habría manifestado ayer, al reunirse con la defensora oficial, Eva Valev de Jensen.

De nuevo, la defensora lo asistirá en la indagatoria, reprogramada para este lunes, a primera hora.

Visiblemente quebrado, Parra ascendió los escalones en los tribunales.

Durante más de una hora, Valev de Jensen lo escuchó; aconsejó y tranquilizó, ya que estaría desbordado por la angustia.

De Comunes, al Penal

Hoy, el extranjero está alojado en la División Delitos Comunes, pero la intención es trasladarlo al Penal de Varones. "Su mayor urgencia es superar la depresión que está carcomiéndole su racionalidad", deslizó un experto.

El lunes, declararía que consumió cuatro pastillas de Viagra; también que se besó varios minutos con la víctima, pero en forma sorpresiva ella lo frenó y le impidió ingresar a la habitación.

¿Amnesia?

Nadie sabe por qué, pero Parra se habría armado de un cuchillo y asesinó a la joven de 18 puñaladas.

Su entorno asegura que no recuerda nada de nada; sí cuando se vio "bañado" en sangre.

A la hora de batallar, nadie descarta que uno de los recursos defensivos sea explorar si puede existir, o no, un efecto nocivo tras ingerirse esa cantidad de pastillas de Viagra.

Hasta entonces, Parra llevaba 9 meses en Sumampa y se ganaba la vida vendiendo muebles.

En Colombia había dejado una novia, pero aquí acostumbraba verse con alguna que otra "amiga".

Su único cable a tierra era el trabajo y la "contención" de una comunidad de colombianos.

Hoy, sumido en una causa que puede enviarlo tras las rejas muchos años, su realidad es otra: y el celular ya no suena con la misma frecuencia.

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