Poemas de Juan Leguizamón

“HIJAS DEL VINALAR”

Pasajeras habituales de las catorce y dieciséis, hijas de la noche entera penetrada en el vinalar usan de soutien ese airecito liviano que les eriza sus dorados pechitos mordisqueados por los jejenes que restriegan mirando húmedas la tele contra la cuerina del sofá. Ellas todo se lo cuentan a un psicoanalista africano que oficia en la zona hace varios años ya; ese que antes de recibirlas les orina el diván y dopa sus conciencias medrosas invitándoles pequeñas nueces confitadas, desas que vienen en celofán. Sobre esas espaldas mojadas ni un canalla más desfallecerá, embebidas como van con esencia africana ceremonial. ¡Ah, oficiantes profanas de rituales dispares! dueñas de punzantes migrañas que azotan a los pobres diablos del pueblo, de rodillas a merced de la hechura rotunda de las infantas, fruto de la noche abundante del vinalar. Esas espaldas brujas que ni un bellaco más castigará untadas como van con almíbar ceremonial.


“MANERAS DE SER PRECIOSA”

poner cara de no sé qué y sacarte fotos sin filtro taggear #soyunajenia usar raios por rayos sonreír mejor dicho reír a carcajadas usar cualquier labial o ninguno porque hay sangre igual ponerse tacos y quitárselos bajo la mesa estirarse mucho al despertar dejarse el pelo revuelto cara de bruja mala de odio total al mundo mientras preparas mate o café salir mintiendo que estás apurada en la vereda poner spotify y caminar tres o cuatro cuadras antes de tomar cualquier transporte sonarse la nariz sin merma dejar el chocolate por la mitad en medio de la cama murmurar una cancioncilla al mirar la lluvia por la ventana (opinar que esto que acabo de poner es una “supina” tontería romántica) mandar una catarata de emojis para decir algo complejísimo que solo entendemos vos y yo (mentira no entiendo un carajo pero dale) hacer creer que estás en Bratistlava cuando en realidad estás en casa.


“DIVA DE VEREDA”

Ella diva de barrio fan de Duran Duran, con afanes de diosa griega sale a beberse la vía láctea descremada –nunca entera– y muy resuelta a tomar el toro por las astas recién baldeada la vereda. Pero de repente pasa el mismísimo toro a la hora de la misa, de corbata y perfumado, y con su caída de pestañas la desarma; y entra rapidito, casi corriendo, con la sonrisa baja tapada y un poquito asustada. Y esta noche la diosa lejana, apenas reprimirá los eructos de cerveza en la ronda de chismosas cortesanas, y novelera recordará medio borracha esa mirada a medias cogida, medio turbada, la carne arrebatada.

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