La poesía y sus enredos

Por Antonio Cruz Especial para Diario El Liberal

En el mes de abril de este año (más precisamente el día nueve) en el suplemento Viceversa de El Li bera l, se publicó un artículo de mi autoría acerca de la poesía de Santiago del Estero. En la mencionada nota trataba de establecer algunas bases para la investigación de la poética santiagueña con cierto método. Debo aclarar que, desde el año 2008, investigo (con las limitaciones propias de quien no tiene la suficiente formación académica), acerca de ella. El tema no es sencillo ni fácil de abordar debido a que, como ocurre en diversas geografías del mundo, la poesía santiagueña, tiene una conducta en alguna medida anárquica debido a las diferentes plataformas en las que se publica (papel, blogósfera, redes sociales, fanzines, etc.) y la creciente cantidad de voces que van apareciendo en la literatura provinciana. Habida cuenta de cierta polémica que sobrevuela los círculos poéticos santiagueños, he reflexionado acerca de lo que escribí en abril. La polémica no es algo nuevo. No obstante, por mis características y por mi forma de ver la realidad, siempre trato de escaparle a disputas cuasi bizantinas que, al fin de cuentas, quedan reducidas al ámbito intelectual y/o académico y muy alejadas del gran público (es decir, el lector) que termina siendo el único excluido. En los últimos veinte o veinticinco años, surgieron numerosos escritores, grupos literarios (algunos de ellos de excelente dinámica), talleres de lecto-escritura, recitales poéticos en bares y en cualquier otro lugar que resulte apto para este tipo de reuniones, se multiplicaron los concursos, y hasta se han llegado a editar fanzines y revistas de poesía, sin contar las numerosas antologías, plaquetas y publicaciones de todo tipo que muchas veces conspiran contra la calidad de impresión y los atributos literarios del contenido pero que son válidas como forma de difundir textos poéticos y conforman una especie de circuito alternativo a esa “otra poesía” que goza de la bendición de la industria editorial santiagueña (muy escasa). Si bien es cierto la calidad de los escritos es disímil, nadie puede negar que han surgido excelentes poetas cuyas voces nos permiten abrigar esperanzas certeras para el futuro de nuestra poesía. Puede ocurrir que el lenguaje poético que emplean algunos jóvenes, a los ojos de lectores y escritores de generaciones con un poco más de años, pueda parecer por momentos des concer - tante, en algunos casos transgresor, quizás poco apropiado o chocante y hasta podría decirse subversivo pero si tomamos en cuenta que el lenguaje es parte del ser humano y que evoluciona de manera constante conjuntamente a la evolución del hombre, deberemos entender que los códigos lingüísticos y comunicacionales de los tiempos actuales cambian permanentemente. Por otro lado, es coherente pensar que las nuevas formas de vida de la sociedad contemporánea determinan la aparición de una poesía diferente no solamente desde el punto de vista formal sino también estético y hasta el ideológico y filosófico. Lo que probablemente cuesta reconocer es que, para que cualquier estudio del movimiento poético de una región sea fiable, se hace menester incluir a todos los poetas, hasta aquellos inéditos o a los que publican en redes sociales, en la Web 2.0 y en toda forma que pudiera preciarse de soporte para hacer conocer los textos que se escriben. De otra forma, resultará un estudio parcial y absolutamente excluyente. Otra pregunta que, a pesar del planteo y el contexto en el que se realiza, no resulta para nada una pregunta retórica sino una cuestión de “peso”, es si podemos comparar los nuevos poetas con los más tradicionales o “clásicos” de nuestra poética provincial. ¿Es mejor esta poesía emergente que la “clásica? ¿Es factible realizar comparaciones? Estoy absolutamente convencido de que no. Son épocas distintas; momentos históricos y contextos socioculturales diferentes. Tengo la convicción de que, la comparación no ayuda en nada ya que ninguna es mejor o peor que otra sino que son absolutamente diferentes. Para entender mejor los nuevos lenguajes poéticos, hay que tomar en cuenta que muchos de los nuevos cultores de la poesía, nacieron en la década de los setenta y los ochenta y tuvieron que atravesar tiempos turbulentos en gobiernos de diferentes signos políticos, en días veloces y fragmentarios en un mundo globalizado. Naturalmente, tienen una mirada muchísimo más pragmática y un lenguaje menos lírico que generaciones anteriores. Si aquellos que constituyen ese heterogéneo grupo que algunos llamamos “nuevas voces literarias” se transforman en una vanguardia o si su poesía trasciende y se tornan integrantes inexcusables de la historia de la poesía provincial, es algo que no depende de nosotros y probablemente tampoco dependa de ellos sino del lector, quien, en definitiva, hará trascender o no la poesía que lo conmueva, que le cause un estremecimiento o le arranque algún suspiro.
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