La poesía goza de buena salud

Por Adriana Del Vitto Especial para Diario El Liberal

“Post iucundam iuventutem, post molestam senectutem, nos habebit humus.”

Me llegan desde lejos las noticias del pago y las diversas opiniones y reacciones casi eternas sobre la vieja y la nueva poesía, la rediviva confrontación entre los que están hace tiempo y los que vienen llegando a este maravilloso mundo. Mi experiencia de nueve años en las Comisiones Nacionales de selección de libros para todas las escuelas del país, en una acción sostenida y profundamente federal, de la que nacieron las bibliotecas de los jardines de infantes, de las escuelas primarias y de las secundarias, le otorga alguna legitimidad a mi voz. Comparto con los lectores de este prestigioso diario la bienvenida que recibieron las bibliotecas para el Nivel Secundario, entre las que se encuentran una de narrativa, con autores clásicos (del pasado, diríamos) y otros modernos, que se hallan en plena etapa de producción; la biblioteca Eduardo Galeano, con todos los textos del autor y la Juan Gelman, la primera exclusiva de poesía, integrada por 1300 textos, también clásicos (con perdón de la reducción epistemológica), otros modernos y otros muy modernos. Aprovecho para relatar una anécdota en aquella semana en que nos tocó leer infinidad de poemas, con colegas de todo el país. Esa misma polémica que parece sobrevolar nuestras letras por estos días, nos encontró en encendidas charlas. En un momento de las deliberaciones, después de haber seleccionado los “clásicos”, los que “debían estar”, porque el tiempo y la calidad les habían otorgado ese lugar, comenzaron a aparecer otras voces que la mayoría de los seleccionadores desconocíamos. Y no porque no estuviéramos preparados para la tarea, sino que el volumen era tan importante y los textos tan variados, desde lo experimental pasando por todas las vanguardias posibles, que decidimos guiarnos por los prólogos de dos de los libros presentados para empaparnos de esta “nueva poesía” que nos sorprendía y nos extrañaba, pero no por ello nos sentíamos capaces de desmerecer. Recuerdo que una tarde, después del trabajo, decidimos visitar la editorial Milena Cacerola, que –dicho sea de paso, aunque se trate de narrativahace unos días publicó una novela de una talentosa escritora santiagueña, la joven Alejandra Zanni, presentada por otro valor de nuestras letras, Daniela Rafael. Compramos por entonces casi todos los libros que habían sido expuestos para su selección, porque queríamos saber de qué hablábamos cuando nos referíamos a la poesía. Y leímos mucho, y una cantidad importante de esos libros están en las escuelas para que nuestros jóvenes los lean. Y eso es saludable. Muy saludable. Santiago es guitarra y copla, pero también grito, sentimiento, vanguardia, caminos que van marcando un rumbo que quizás, algún día, nos traiga nuevos clásicos. Me alegra que la poesía goce de buena salud. En el país y en mi pago. Es cierto que hay generaciones desaparecidas, pero también para la medicina, la ingeniería, las artes. Diría el ilustre Ricardo Dino que yo pertenezco a la generación del 70. Y me siento del otro lado. Pero sigo buscando, creo, como todos, ese tono que le permita a nuestra voz hacer vibrar al otro. No al colega, no al amigo, sino al que no sabe quién está detrás de esas palabras que lo conmueven. Nos hemos aplaudido mucho tiempo entre nosotros. Es hora de que nos escuchemos y nos respetemos, porque, por un lado, hay lugar para todos, y, por otro, todos terminaremos después de la alegre juventud y la molesta vejez, debajo de la tierra, como dice el epígrafe de este artículo…, y la poesía nos sobrevivirá.

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