Dios no castiga

Por el padre Gilbert, párroco de Ma. Auxiliadora.

Leyendo el evangelio del viernes, veíamos cómo Jesús hablaba a Corazín y Betsáida, a quienes no quiso recibir, y se puede pensar que quería castigar a esas ciudades. Todavía hay personas que piensan que Dios castiga, que todo lo que llega a nosotros es un castigo de Dios. En el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, leemos ésas cosas y la gente vive con miedo. Pero viendo su definición, la palabra castigo puede significar también una advertencia de Dios que quiere prevenirnos, enseñarnos. Entonces, no se debe tomar la palabra textual, hay que entrar en el espíritu, donde Dios siempre habla de esa manera para corregir para que podamos llegar a una conversión sincera y cambiar. Es una enseñanza. No es dar una pena como la que se impone a quien ha cometido un delito. Ése no es el Dios que se ha revelado. Dios ha venido a mostrarnos su amor. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento encontramos la noción del castigo divino, pero en ese caso debemos distinguir entre el castigo temporal, cuyo carácter es medicinal y busca la corrección del pecador para que se convierta y se salve, y el castigo eterno, que es parte de la justicia divina como reacción al rechazo definitivo al amor de Dios. Entonces, somos nosotros mismos los que tomamos decisiones en libertad para decir sí, o no, con todas las consecuencias. El Dios revelado no es un Dios castigador. Es un Dios misericordioso, compasivo, lento para enojarse, nunca llega a una venganza, aunque pensemos que hemos hecho algo mal y lo debemos pagar. Somos nosotros mismos con nuestras acciones. Cuando Dios nos enseña a prevenir no aceptamos, y después vivimos las consecuencias. No debemos culpar a Dios si algo llega a nosotros. Un Dios que ama no puede dañar a nadie. Como Jesús ha dicho, no ha venido para juzgar ni condenar, ha venido para salvar. Pero, a veces, con esa libertad que tenía el pueblo de Israel se ha dejado de seguir el camino del Señor, las enseñanzas y la palabra de Dios para fabricar otros dioses, siguiendo otros caminos. Después lloran cuando suceden cosas y no pueden vivir en felicidad y paz. Ahora necesitamos esa conversión, necesitamos escuchar a Dios para no caer en la misma trampa, porque el mundo de hoy permite decirnos que tenemos todo, que no hay necesidad de escuchar a Dios. Por eso hay que respetar el ambiente, la naturaleza, porque no lo hacemos y vivimos con miedo porque hay temblores o huracanes, pero nosotros somos los responsables. Dios ha creado todo bien y nosotros lo estamos destruyendo, pero decimos que Dios no está con nosotros. Hoy debemos mirar si no somos responsables de todo lo que nos llega. Cuántas veces decimos ‘Dios me ha abandonado’ ‘Dios me dejado de lado’ ‘Dios no me quiere escuchar’ Pero ¿nosotros escuchamos las enseñanzas de Dios? ¿Estamos en el camino de Dios? ¿Queremos llegar a dar testimonio de todo lo que hemos recibido? Creo que primero debemos entrar en ese espíritu de Dios. Un Dios que nos ama, y cuando amamos no podemos hacer daño a nuestro propio cuerpo y a nuestras propias vidas. Cuando amamos debemos cuidarnos y no pensar que Dios es el culpable de todo lo que llega, nunca Dios vive de esa manera, aunque hemos recibido en la enseñanza de la catequesis que hay un Dios que castiga y eso lo hacemos también en la casa. Hay que amar y vivir la misericordia, que no es sólo pensar que se recibe el sacramento del perdón, de la misericordia, primero en la casa hay que enseñar que Dios nos ama y actuando de esa manera podremos mostrar la verdadera imagen de un Dios amor, que siempre da la posibilidad de volver a él. Vamos a pedir a Dios para que no mire nuestros pecados; que esa noción que hemos recibido que no nos haga pensar que si hacemos algo mal Dios nos va a castigar. Tampoco preguntar a los sacerdotes si Dios castiga. Dios perdona nuestros pecados siempre, y da la posibilidad de volver atrás. La noción de que Dios castiga está fundada, en algunos casos, en la mala comprensión de la palabra castigo, o en una noción deficiente del amor de Dios. Santo Tomás dice que “Dios es amor y quiere que todos se salven, pero también es justo, y como tal también desea castigar al que peca”. Pero no, Dios quiere salvar a todos los hombres de voluntad. El verdadero Dios es el Dios que quiere el bien de todos y quiere salvar nuestras vidas. Que Dios nos ayude para que podamos llegar a vivir en este mundo con felicidad y alegría, y que nos acerquemos más a nuestro Dios de misericordia y de paz, sobre todo para vivir con esa confianza en la misericordia de Dios, por el bien de todos nosotros. Amén.
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