Características de la afección
Debido a que no está reconocido oficialmente como síndrome, es difícil determinar un conjunto de características y comportamientos que definan si una persona lo padece o no. Una persona privada de libertad acaba creando lazos afectivos con sus captores, formando un vínculo que termina derivando en dependencia. Los secuestrados acaban asumiendo como propias las ideas de los secuestradores, comprendiendo los motivos que los llevaron a realizar el secuestro. Las personas con este síndrome muestran un rechazo hacia la posibilidad de ser rescatados, puesto que sienten una unión con su secuestrador y esta se vería afectada o rota completamente. Una vez son liberadas, a las personas secuestradas sí que se les ha diagnosticado Trastorno de Estrés Postraumático. La aparición de este síndrome se ha podido observar en personas que han sobrevivido a hechos traumáticos, aunque estos hechos no tienen por qué ser secuestros producidos por personas ajenas a ella misma, como en los casos de prisioneros de guerra o victimas de trata de blancas, prisioneros de campos de concentración, sino que también se produce en situaciones domésticas como maltrato o abusos a niños o adultos por parte de algún familiar.
Un tema controvertido es el de si las personas que pertenecen a una secta padecen el síndrome.
Algunos expertos no se atreven a decir que este síndrome lo sufran los integrantes de sectas puesto que en muchas ocasiones las personas muestran las capacidades de razonamiento y decisión intactas.