Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen
mucho, como hacen los paganos:
ellos creen que por
mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos,
porque el Padre que está en
el cielo sabe bien qué es lo
que les hace falta, antes de
que se lo pidan.
Ustedes oren de esta
manera: Padre nuestro, que
estás en el cielo, santificado
sea tu Nombre, que venga
tu Reino, que se haga tu
voluntad en la tierra como
en el cielo.
Danos hoy nuestro pan
de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos
a los que nos han
ofendido.
No nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas
a los demás, el Padre que
está en el cielo también los
perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los
demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes.
Comentario
Jesús dijo a sus Apóstoles:
“Ustedes cuando oren
digan: Padre”. Es decir, primero
invoquen al Padre; digan,
pero no solamente con
la voz sino también con el
corazón, no vaya a ser que
se diga de ustedes como
en Isaías: “Este pueblo me
ofrece tan sólo palabras, y
me honra con los labios, pero
su corazón sigue lejos de
mí” (Is. 29:13).
Digan no solamente con
el corazón sino también con
la boca, pues la oración vocal
Dios la recibe como lo
dice el salmo: “Por mi boca
al Señor doy muchas
gracias y alabanzas” (Sal.
108:30).
Y esto, porque ésta sirve
a la vez para despertar la
memoria, estimular al somnoliento,
encender el deseo,
disponer a la obediencia,
expresar la alegría, y
dar el ejemplo.
Invoquemos entonces el
nombre del Padre. En efecto,
él es Padre, por su condición
de naturaleza según
Efesios: “De quien toda paternidad
toma nombre en
el cielo o en la tierra” (Ef.
3:15).
Por eso leemos en Malaquías:
“¿No tenemos todos
único padre?” (Ml.2:10). Él
es Padre, también, por el
don de su gracia; en Romanos
‘Ustedes recibieron
el espíritu propio de los hijos,
que nos permite gritar:
¡Abba!, ¡Padre!” (Rm 8:15); y
en Gálatas: “Ustedes ahora
son hijos, y como son hijos,
Dios ha mandado a nuestros
corazones el Espíritu de su
propio Hijo que clama al Padre:
¡Abbá!, ¡Padre!”. También
es Padre por la realización
de la gloria, según Jeremías:
“Me llamarás “Padre
mío” y nunca más te
apartarás de mí”. (Jr. 3:19).
Entonces ya que, dentro
del nombre del Padre, Dios
es comprendido como fundador
de la naturaleza, dador de
gracia y realizador de la gloria,
se nos ha dado comprender
también que solamente a
él debemos pedir.
Mateo y Lucas concuerdan
sobre la invocación
del nombre del Padre,
afín que en ése único
nombre, el hombre sea
estimulado en la reverencia
y en la confianza, dos
alas sin las cuales la oración
no es eficaz.