Cristo es mi fortaleza

Por el padre Gilbert, párroco de Ma. Auxiliadora.

Todos necesitamos fuerzas. A veces, puede faltarnos fortaleza para seguir caminando, para vivir, para luchar o enfrentar al mundo con sus realidades. Entonces necesitamos el apoyo de alguien, y quizás las personas que están alrededor, a mi lado nos lo pueden dar, pero qué podemos hacer si no hay apoyo de Dios poderoso que nos ama y nos quiere. A veces nos quedamos sin alguien que nos sostenga y pensamos en solucionar todo con nuestra fuerza y a veces no se puede. Qué sería nuestra vida sin Dios, cómo podríamos sobrevivir en esa lucha diaria si no es porque Dios nos sostiene. Nuestra fortaleza real no proviene de ninguna intención humana, sino de Dios que nos conoce muy bien y que siempre está dispuesto a ayudarnos fortaleciéndonos en medio de las dificultades, de las situaciones difíciles de nuestra vida. ¿Qué debemos hacer entonces? Mirar a Él e imitar lo que Él ha hecho para vencer todos los obstáculos. Nosotros debemos poner nuestra confianza en Dios y en Cristo, hijo de Dios, y no en nuestras capacidades humanas. Cuántas veces nos preguntamos por qué Dios nos ha abandonado, por qué Dios no ha escucha mis oraciones. Pero Dios siempre escucha y está a nuestro lado. En el Salmo 59,9 dice: Yo pongo en ti mi confianza, pues Tú eres mi fortaleza. Tú, Dios, eres mi protector. El Salmo 31,3 dice: Porque Tú eres mi roca y mi fortaleza y por amor de tu nombre me conducirás y me guiarás. En el canto por los enfermos dice: “Levanto mis manos, aunque no tengo fuerzas hay que seguir adelante”. Aunque tengas mil problemas hay que seguir. A veces miramos como si fuéramos nosotros las únicas personas que tienen problemas. “Cuando levanto mis manos, mis cargas se van, nuevas fuerzas Tú me das. Todo es posible”. Todo es posible a nuestro Dios, porque Él siempre está para demostrarnos cuál es el camino que debemos tomar. El Salmo 18,2 dice: “Yo te amo Señor, mi fuerza. El Señor es mi roca y mi fortaleza, es mi libertador y es mi Dios. Es la roca que me da seguridad, es mi escudo y me da la victoria. Evoco al Señor que es digno de alabanzas y me veo libre de mis enemigos”. Tenemos todo para vivir esa realidad, no debemos pensar que vamos a solucionar todo sin Él. Siempre necesitamos su gracia y su fortaleza. El Salmo 18,7 dice: “En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi clamor delante de Él llegó a sus oídos”. Dios nunca nos abandona, por eso debemos, en este tiempo de Cuaresma, entrar en ese espíritu de abandono total y entrega total a Él para que podamos tener la posibilidad de vivir. El libro de Isaías 41,10 dice: “No temas, yo estoy contigo. No mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios, yo te he dado fuerzas y he sido tu auxilio, y con mi diestra victoriosa te he sostenido”. Hay un montón de versículos y pasajes que nos ayudan a entrar en ese espíritu y en la entrega total, y sobre todo en la confianza del Señor. Hoy, estamos viviendo el tiempo de Cuaresma y es tiempo de confiar en Él, que da todo para que solucionemos lo que solos no podemos. Mis fuerzas están en la mano de Dios. Entrenemos nuestra vida, nuestro ser para que podamos transformar las lágrimas en alegrías; las tristezas en felicidades; todo lo que pensamos que el mundo lo puede solucionar. Hoy vamos a pedir a Dios que nos demuestre que todo es posible con Él, que nos sostenga en todo momento, no solamente en momentos de dificultades. Que Nuestra Madre nos ayude para que podamos vivir con paciencia para darnos la posibilidad de dar testimonio. Cristo es mi fortaleza. Hoy y para siempre. Amén.
Ir a la nota original

MÁS NOTICIAS