DECLARACIONES

Don Hilario Ledesma: "A muchos no les importa la historia del lugar"

En la pequeña aldea de cuatrocientos habitantes, permanecen inmutables los vestigios de arcaicas construcciones que permiten confirmar la existencia de asentamientos prehispánicos, que el rigor científico de la arqueología, comprobaría luego de arduas tareas en el lugar. La potencialidad de la tradición oral, conservada durante siglos, es sin dudas el elemento que más vigor cobra a la hora de conocer la historia del sitio, y de eso se encargan hoy sus viejos pobladores, muy bien reconocidos por todos. Posiblemente don Hilario del Carmen Ledesma (67), señalado por todos como “el custodio y conocedor de la cultura de los primeros habitantes” de la villa, sea el hombre indicado para apor tar sobre aquel pasado siempre latente. Dedicado por muchos años al trabajo rural, don Hilario reconoce que en su sangre corre “sangre diaguita”, algo que para él, muchos de los actuales pobladores de la villa “no lo saben porque desconocen la historia del lugar. Somos descendientes de los diaguitas. Ellos vivían en los cerros, porque la parte baja donde vivimos ahora, era como una especie de cenagal”, apuntó. “Ellos sembraban zapallo –pero no puede asegurar de otras hortalizas– también criaban pequeñas cantidades de ovejas y en los morteros molían el charqui”, enumera como parte de la dieta alimenticia que caracterizó a aquellos pueblos prehispánicos, según los relatos de su abuela. Cual narrador de vivencias, para Hilario no hay nada más valioso que recordar y contar la historia que le confesaban sus antepasados familiares. Gran parte de los elementos hallados, primero por los pobladores y luego por los arqueólogos, ratifican el gran reservorio de antiguas pertenencias que los antiguos habitantes utilizaron en algún tiempo muy lejano. A modo de preservar las piezas desperdigadas sobre el cerro, don Ledesma tuvo que encintar distintas zonas para –de alguna manera– “se proteja el lugar” del avance de los foráneos. “Hay mucha gente que no cuida las cosas porque no sabe la historia que tiene este lugar. Y reniego a la tontera, porque tenemos tantas cosas que no se le da el valor que debería. Así puede venir cualquier persona y destruir lo poco que queda”, relata. “ C u a n d o v e o gente que no es de aquí, siempre les pregunto cómo se llaman y de dónde vienen. Si no quieres al lugar, no lo vas a cuidar. Pero a muchos que incluso nacieron aquí, tampoco les interesa cuidar”, se explaya, lamentando el trajín que implica pedirle a sus coterráneos “que no levante las piedras del cerro”. El respeto por sus antecesores viene de la mano del arduo trabajo que después de mucho años, encontró de la mano de algunas personas interesadas en la preservación del patrimonio y un Estado provincial que se arrima para conocer y concientizar sobre el incalculable valor de las piezas históricas que descansan al pie del cerro.
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