Los crudos tormentos que sufrieron las acusadas de brujería
En Santiago del Estero, en 1761, las indias Pancha y Lorenza aprendieron sus embrujos en "una Salamanca", con "gente todos en cueros", donde "se desnudaron y vieron un viborón que sacaba la lengua mirando a todos", antes de darles unos papeles con polvos "atados con hilo colorado y cabellos" para matar, según consignan los expedientes judiciales de la época, en torno a las confesiones que dieron bajo duros tormentos. En su confesión como parte del juicio, la india Lorenza, es acusada junto a Pancha de practicar la hechicería, quienes con la aparente ayuda de arañas, gatos, espinas, ataditos de "jume fresco" y polvos de tártago, provocaban muertes e hinchazones de panza en las personas a quien dirigían sus maleficios. Todas estas demostraciones eran consecuencia de un arte aprendido en una Salamanca, dentro de la jurisdicción del Tucumán, en la que "había baile y canto con arpa y guitarra", mucha gente "en cueros" y "un viborón que sacaba la lengua mirando a todos" y "pedía sangre".
Una de las indias es acusada de matar, en el pueblo de Tuama, a un "indio coya llamado Melchor, dándole en comida unos polvos de tártago. Esto lo hizo porque el indio la quiso aporrear y, enojada, lo ejecutó", narra el expediente judicial. Juana Pasteles, fue procesada y acusada de varias muertes por maleficio, al igual que Pancha, denunciadas en 1761 por el alcalde indígena de Tuama.
Estas mujeres declararon bajo tormento y confesaron participar de extraños cónclaves en los que aprendían el mal arte. Lorenza y Pancha le dieron un nombre a ese mágico espacio: lo llamaron salamanca. "Los discursos que las reas emitieron mientras las torturaban están plagados de motivos demonológicos europeos que, en cualquier caso, no ocultan completamente la persistencia de rituales y prácticas colectivas ligadas al mundo simbólico y religioso prehispánico", indica la investigadora Farberman.