Gracias mamá por darme la vida

Por el padre Koffi Gilber. Párroco.

Hoy, y para siempre voy a dar gracias a mis padres, papá y mamá, porque me han dado la vida, me han deseado, no han programado mi llegada al mundo. Me han querido y amado. El día de mi nacimiento fue un día de fiesta y de alegría; día de orgullo y de felicidad de la familia. Mi madre, durante nueve meses me ha aceptado con cuidados en su vientre. No vivía con nervios, porque el embarazo es un fenómeno natural. Después del nacimiento, mis padres me han cuidado como a un rey, brindándome todo lo necesario para vivir: alimento de leche materna, no de vaca; alimento para crecer como ser humano. Me han ayudado a aprender a caminar, me han vigilado y protegido, me han dado una educación, que no fue de niñera o de abuelo; me han enseñado a conocer el mundo, los valores y defectos; no me han abandonado en las desgracias de este mundo. Su responsabilidad y su misión eran de hacerme un hombre que en el futuro pueda enfrentar la realidad. Me han dado una educación con exigencias y no con comodidades ni caminos fáciles. Mis padres, para mí, son santos, porque me han dado la vida. Ellos con responsabilidad me han dado la oportunidad de estudiar, de ir a la escuela para construirme un futuro. No me arrepiento. No me han escondido cómo vivían con sus creencias, fueron las primeras personas que me han hablado de alguien y que me han hecho descubrir en la vida a esa persona: Dios. Aunque había otras creencias en mi pueblo, han optado o elegido al Dios de la Trinidad, me han enseñado el camino de ese Dios, con una fe sin condiciones. Me han permitido recibir los sacramentos de iniciación, bautismo, eucaristía, confirmación. ¿Cómo no voy a agradecer estas acciones y obras de estas personas? Sin esta vida recibida de ellos y del Dios de la Trinidad, no podría tener proyectos de vida. Hablando de mi proyecto de consagrar mi vida y también de dar mi vida a los demás, para ellos fue una felicidad y una alegría. Mi padre ha visto el comienzo de la realización de este proyecto, ha estado enfermo y en cama me ha dado el permiso y la bendición antes de entrar en el seminario. Él me decía: “Vaya así puede realizar su deseo. Yo podré morir o vivir, pero no seré un obstáculo”. Mi madre ha visto la realización de mi proyecto, ha estado el día de mi consagración sacerdotal, y un año después ella se ha ido en paz y con alegría al cielo, con su misión cumplida. Qué alegría de nacer en una familia que te recibe, te cuida, te protege, y te da todo para ser un hombre, una mujer en el mundo. Por eso debemos decir siempre: gracias mamá, gracias papá, aunque tienen defectos, como todos. No se puede decir, no voy a respetarlos, amarlos y cuidarlos. Como creyentes no podemos decir: no voy a orar por ellos. Al ejemplo de Dios, que no ha rechazado a su hijo, tampoco hay que abandonarlos, tirarlos a la basura. Los padres tienen que respetar la vida. Nuestros antepasados nos han hecho para que tengamos vida. El creyente, hombre o mujer, debe saber que Dios es el Dios de la vida, no de la muerte. Dios hijo ha venido para dar la vida, y vida en abundancia. Como creyentes, no podemos no querer dar la vida, o cuidar la vida. Pregunto: ¿por qué nosotros mismos queremos conservar nuestras vidas y no queremos dejar vivir a otras personas? ¿Por qué destruir la vida que viene? La mujer no es una máquina de destrucción de la vida, es un ser humano que da vida. Gracias a los padres que han podido dar la vida; que han aceptado continuar, construir, el Reino de Dios. El mundo necesita testigos de esta vida. Que la Virgen María nos ayude a todos a cumplir la voluntad de Dios amor, Dios vida, y no cumplir la voluntad de un pequeño grupo de personas y de leyes sin humanidad, sin divinidad. Que Cristo sea nuestra fuerza para que podamos continuar diciendo sí a la vida. Amén.
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