Fraternidad cristiana

Por el padre Koffi Gilbert. Párroco de la Parrq. María Auxiliadora.

S iempre decimos que somos hermanos y hermanas, pero la hermandad es la fraternidad a nivel de la fe y de nuestra iglesia. Si miramos el diccionario, dice que la fraternidad es un afecto y confianza propia de hermanos, hermanas o personas que se tratan como tal. Entonces, de esa manera la fraternidad nos lleva a ser solidarios, respetuosos y empáticos unos con los otros. La fraternidad cristiana es una fe que nos une, es la fe en Cristo la que nos hace hermanos, sino no habría manera de vivir como verdaderos hijos de Dios. Entre los hermanos hay una relación de igualdad, no hay problemas. Tenemos un solo padre que es nuestro Jesús. Los hermanos tienen la capacidad de desearse el bien más sinceramente, porque ven en el otro el reflejo de sí mismo. Entonces, hay amor mutuo. Como dice San Juan en la primera carta: Si alguno dice “amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano que ve, no puede amar a Dios que no ve. Es una invitación a practicar el amor fraterno sin hipocresía, sin vivir artificialmente. Hay que saber vivir y poner en práctica ese amor mutuo. El centro de esa vida fraterna es Cristo. Si sacamos a Cristo de esa vida fraterna, viviremos otra cosa. Es Cristo el que nos une. Debemos ver en nuestras comunidades, en los movimientos, las parroquias, si vivimos esa fraternidad. Porque a veces nos falta. Falta la fraternidad que hace que nuestras relaciones vivan sin confianza, con miedo de acercarnos a los demás. Cuando el celebrante dice: “Démonos fraternalmente la paz”, es porque somos hermanos. La fraternidad cristiana se hace evidente cada vez que rezamos el Padrenuestro. Es una oración en la que le decimos “nuestro”. La fraternidad cristiana es más que un grupo circunstancial de personas que se reúnen los domingos a cumplir un precepto que no llegan a comprender. Es más que un colectivo de personas que sienten que tienen un hecho que los une y compromete. Es más que una comunidad que tienen muchos elementos en común, pero que aquello no comparten. La fraternidad es una comunidad de personas en la que las diferencias se ordenan como elementos de enriquecimiento mutuo, que da fortaleza al grupo como espacio de vida. Vivencia de la fe, compromiso y afecto mutuo. Por eso, debemos complementarnos, amarnos y no vivir el individualismo. El individualismo no da la posibilidad de acercarnos. A veces nos da a pensar que vivimos con ángeles en nuestra comunidad. Pero vivimos con personas, de carne, de sangre. Podemos vivir decepciones. Nuestra naturaleza humana se desarrolla al completo, únicamente si vivimos en una comunidad de fe. Si vivimos nuestra fe en espacios cerrados es imposible conformar el gran impulso que ha creado Dios. Por eso debemos reflexionar, pensar qué queremos vivir, cómo queremos vivir, cuál es el testimonio que podemos dar, como han hecho las primeras comunidades después de la resurrección de Cristo. Hoy, por ejemplo, decimos que vamos a orar por las vocaciones. Si nosotros, cristianos, sacerdotes que formamos a la Iglesia debemos mostrar para qué sirve la oración, las vocaciones. Las vocaciones es estar al servicio de los demás, manifestando la fraternidad porque todos somos hijos de Dios. Por eso hoy, vamos a orar por las vocaciones, no solo por las religiosas y laicales, sino por todas, porque todos formamos el pueblo de Dios. Para la Iglesia somos la misma alianza, sangre, y la misma fe. Debemos abrirnos a los demás, sin hipocresía, y vivir libremente lo que ha hecho Jesús. Por eso en nuestras celebraciones elegimos en dónde estar para no estar con otras personas. Sin embargo, en la iglesia somos todos hermanos. Que Cristo nos ayude a dar testimonio de esta fraternidad de vida, y sobre todo a nuestra Madre, que Cristo le ha confiado a nosotros. Que Ella nos ayude a reconocer que tenemos el mismo Padre, que nos une. Hoy y para siempre. Amén.
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