EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Pentecostés: fiesta del Espíritu Santo - Juan 20, 19-23

PBRO. MARIO RAMÓN TENTI

Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la Pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés que significa cincuenta días. Luego, el sentido de la celebración cambió por el de dar gracias por la Ley (las tablas) entregada por Dios a Moisés en el Monte Sinaí en el marco de la Alianza: el pueblo se comprometía con Dios a vivir según sus mandamientos y Dios a estar siempre con ellos. Por lo tanto, en la tradición judía esta fiesta se celebraba en el contexto de la Alianza con Dios que suponía la liberación de la esclavitud del pueblo de Israel. Jesús prometió enviar al Espíritu en varias oportunidades: durante la Última Cena, les dice a sus apóstoles: “Mi Padre les dará otro Abogado, que estará con ustedes para siempre: el espíritu de Verdad”. Después de la Ascensión de Jesús se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas desconocidas…. Había gente de todas las naciones que los escuchaban hablar en sus propias lenguas…. Este acontecimiento inicia el proceso de evangelización de la Iglesia, que gracias al Espíritu comunicará la Buena Nueva a toda la creación, sin temores y con un marcado espíritu de esperanza. Pentecostés debe interpretarse juntamente a la Pascua y la Ascensión, no es un misterio aislado sino que está vinculado a la Resurrección de Cristo y la consumación de su Reino. Con la venida del Espíritu Santo, la comunidad de los creyentes, experimenta un profundo sentido de comunión, el Espíritu crea la comunión entre ellos y con Dios. La experiencia de amor y fraternidad entre los discípulos es fruto del Espíritu que llena el corazón de alegría y esperanzas. Por eso, los discípulos se animan a salir del encierro, vencen el temor y se lanzan a dar testimonio de la fe por todas partes, sus palabras son Palabra de Dios, que promueven la fe entre pueblos y ciudades, y el Señor los acompaña con signos y prodigios que testifican la llegada del Reino de Dios. Conclusión Pentecostés no es una fiesta sólo para recordar un hecho del pasado, sino para vivirla en el hoy de nuestra historia, para hacer “experiencia de comunión y misión” en la Iglesia que se orienta hacia la consumación del Reino. La razón de ser de la Iglesia y de su mensaje es la consumación del Reino de Jesús en la historia. El Espíritu no le fue dado para sí misma, sino para llevar adelante su misión en el mundo. Por eso, quiero recordar las palabras de Ignacio Hazim, Patriarca de Antioquía: “El Espíritu Santo es, personalmente, la Novedad en acción en el mundo; es la presencia del Dios con nosotros junto a nuestro espíritu (Rom 8,16). Sin Él, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es una pura organización, la autoridad es tiranía, la misión es propaganda, la liturgia es simple recuerdo, y la vida cristiana es una moral de esclavos”.
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