El poder de la validación

Por Bernardo Stamateas. Sexólogo y escritor.

La honra les abre la puerta a las oportunidades. La palabra honrar significa “dar valor, validar, reconocer”. Una persona que pelea con todo el mundo, que se opone a los demás, lo que está buscando es validación. Aquel que expresa: “Yo no estoy de acuerdo”, necesita que le digan: “Qué buena reflexión”. Pero como no puede pedir validación por la positiva, lo hace por la negativa. La razón de que hoy exista mucha gente peleadora es la carencia de honra. Vivimos en una cultura de maltrato, de desprecio, de desmerecimiento. Ya desde pequeños, nuestros hijos sufren bullying, maltrato, de otros niños que en el fondo tienen un hambre extraordinaria de validación. Y muchos adultos, también. ¿Por qué tantos suben selfies en pose a las redes sociales? Porque en muchos casos están buscando validación. Hay quienes la buscan a través de la pelea. Otros la buscan a través de alardear o, como decimos en Argentina, de “fanfarronear”. Y otros son monotemáticos: siempre buscan a los demás para contarles los mismos temas. Lo que todos anhelan es validación. Un niño, cuando le pasa algo negativo (por ejemplo, que otros chicos no le permitan jugar con ellos), va corriendo a la mamá o al papá y le cuenta. Y la madre o el padre lo abraza y lo consuela. Al rato la situación cambia (porque los amiguitos le permiten jugar con ellos) pero la criatura necesita compartirlo con el adulto porque busca la validación: el abrazo, el beso, el “yo te amo”. Todos, aunque no nos demos cuenta, tenemos un cartel invisible que dice: “Haceme sentir valioso”. ¿Cómo podemos nosotros validar a los demás? De varias maneras: Cuando dejamos que el otro sea protagonista. Es decir, que hable de lo que quiera. Si le preguntás algo y dejás que el otro se exprese sin interrumpirlo, dirá de vos: “Qué buena persona es”. Porque le entregaste el micrófono y lo hiciste sentir importante. Cuando mencionamos un rasgo positivo de alguien, luego podemos pedirle algo (por ejemplo, que llegue a horario) y lo va a aceptar. Porque primero lo validamos. Así recuerda su fortaleza, su hábito, y puede mejorar aún más. Por eso, validá a tus hijos primero, antes de marcarles un error. Cuando miramos al otro a los ojos. Cuando vos mirás a los ojos, aumenta la intimidad. Por eso, muchos matrimonios dejan de mirarse a los ojos. Cuando buscamos las cosas en común con el otro. ¿Tenés hijos adolescentes? Vos conocés a alguien y, si se ponen a hablar de sus hijos adolescentes, se van a apreciar mutuamente porque hay algo en común: la lucha titánica contra los hijos adolescentes. Cuando nosotros buscamos lo que tenemos en común con el otro, construimos un puente que nos acerca a esa persona. Cuando le sonreímos al otro. Sonreír también es validar y mucha gente se queda en ciertos lugares simplemente porque alguien le sonrió, al llegar allí por primera vez. Cuando le decimos al otro. “¿Cómo puedo ayudarte?”. Los vendedores que validan venden más. Porque a todos nos gusta ser ayudados. Validar abre puertas. Validá a todo el mundo, incluso a tus enemigos. Porque es muy difícil llevarse mal con alguien que habla bien de uno.
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