EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Juan Bautista, el profeta que prepara el camino de Jesús - Lucas 1, 57-66.80

PBRO. MARIO RAMÓN TENTI

Juan pertenecía a una familia sacerdotal rural de origen modesto y humilde, que sufrió las afrentas de los grupos sacerdotales más aristocráticos de Jerusalén. Esta situación y la corrupción del sistema cultual de Israel, lo llevaron al desierto. Allí tuvo contactos con la comunidad de monjes de Qumrán, su práctica bautismal y su mensaje profético apocalíptico, lo atestiguan. En el desierto, vive austeramente, vestido con manto de pelo de camello con un cinturón de cuero, y alimentándose con langostas y miel silvestre, para recordar al pueblo su vida de peregrinos, antes de entrar en la tierra prometida. Llama a su pueblo a la conversión y ofrece el bautismo para el perdón de los pecados. Su misión es la de preparar el camino de Dios, que ya llega. Por eso, los evangelistas dirán de él: “es la voz que grita en el desierto: preparad el camino al Señor, allanad los senderos”. Su mensaje tenía como centro la inminente llegada del día de la cólera, que traería condena a aquellos impíos e injustos que no se arrepintieran y fueran bautizados para iniciar una nueva vida en justicia y solidaridad. . Juan denuncia la transgresión de las tradiciones judías. Para él la historia de Israel ha fracasado. La historia actual es el punto final, el pueblo se encuentra ahora frente a la reacción definitiva de Dios: “el hacha está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol que no de buenos frutos será cortado y arrojado al fuego”. La ira de Dios es inminente, ya no se puede recurrir a los ritos de purificación y nadie puede esgrimir ser hijo de Abrahán para salvarse. Es necesario convertirse de raíz, iniciar una nueva vida. Este es el sentido de su bautismo, es un don de Dios que concede la purificación a Israel. Juan es sólo su mediador. Muchos, sobre todo los más pobres se acercan a bautizarse con Juan, mientras que los sacerdotes de Jerusalén se escandalizan, porque el Bautista está actuando al margen del templo y sus prácticas purificadoras. Conclusión Al igual que ayer, quizás hoy, también a nosotros los católicos nos venga bien un llamado a la conversión radical, no sólo a nivel personal sino también colectivo, institucional, que nos ayude a revisar nuestra vida y nuestras prácticas a la luz del amor misericordioso del Padre que anunció y dio a conocer Jesús. Es la hora, de pasar de un cristianismo de “creencias”, con ciertos visos de mediocridad espiritual, a un discipulado en el cual nos dejemos sorprender por Dios que sale a nuestro encuentro. Se trata de recuperar el primer amor, el que sintieron los discípulos de Jesús, sobre todo ante el misterio de la Resurrección que les comunicó la vida nueva. Hacer experiencia de comunión con Jesús, anunciarlo no tanto con palabras y proyectos racionales, sino con la vida, con gestos de amor a los hermanos, sirviendo a los últimos de la sociedad, renovando utopías que nos ayude a recuperar la esperanza. Preparar el camino del Señor, allanar todo aquello que obstaculiza el encuentro con Jesús. Cambiar el rostro de la Iglesia para que sea más liviana de doctrinas inentendibles y normativas esclavizantes, y ponga a las personas frente al misterio de Dios que es vida y amor. Sino emprendemos este camino, cada vez serán más los que huyen de la Iglesia en búsqueda de espacios de fe alternativos que les llene el corazón. Una vez más resuena la voz del Bautista: “preparen el camino de Señor”.
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