La profecía de Amós 8: 4-6 y 9-12

Queremos hoy comentar este pasaje de la profecía de Amós, que es su visión sobre la sociedad: “Escuchen esto ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes dicen, cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo. Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar, compraremos a los más débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias y venderemos hasta los desechos del trigo.

Aquel día orac del Señor; yo haré que el sol se ponga al mediodía y en pleno día cubriré la tierra de tinieblas, cambiaré sus fiestas en duelo y todos sus cantos en lamentaciones. Haré que todos se ciñan un sayal y que se rapen todas las cabezas; haré que estén de duelo como por un hijo único y su final será como un día de amargura. Vendrán días orac del Señor en que enviaré hambre sobre el país.

No hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Se arrastrarán de un mar a otro e irán migrantes del norte al este buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán”. Éste es un pasaje no para criticar a la sociedad, sino para denunciar todas las actitudes que hay, para ayudar y dar dignidad al ser humano.

Amós denuncia la avaricia de todos los que viven de negocios y también de los ricos que piensan que tienen el material suficiente; la explotación de los necesitados; el lujo de los adinerados y, sobre todo, el soborno de los jueces que viven en la corrupción. Y hoy en día podemos ver en nuestra sociedad que hay personas que aman más las ganancias que a Dios… Dios no existe más.

Aman más a muchas otras cosas que a la honestidad y al prójimo. La sociedad en nuestro mundo vive sin Dios, sin la palabra de Dios. Comportamientos para matar a los pobres, a los débiles. Dios no está más como antes y necesitamos a ese Dios, escuchar su palabra, cambiar y el cambio viene con la palabra de Dios que muestra el camino de la felicidad. Necesitamos hoy no hambre de pan, sino hambre de la palabra de Dios, de la caridad, del amor, de la generosidad y de la solidaridad. Si hablamos de corrupción, si hablamos de ganancias, si hablamos de una sociedad sin Dios es porque la palabra de Dios no ha llegado a nuestros corazones.

Todos nosotros, la Iglesia como la sociedad, debemos cambiar, no superficialmente, sino dejar que la palabra de Dios transforme nuestros corazones. La preocupación hoy es ganar y ganar, no importa el ser humano, no importa la vida. Hay que matar, hay que destruir para tener más. Hoy podemos ver un montón de adoraciones y devociones, pero debemos ver dónde están nuestros corazones, dónde está nuestra generosidad, nuestra solidaridad con los pobres, porque continuamos explotando y haciendo más pobres, en lugar de disfrutar y compartir lo que tenemos. Necesitamos hoy la palabra de Dios para no vivir de hambre, sino de llegar para que la palabra de Dios sea nuestra riqueza, que Él sea nuestra riqueza. Nos falta aceptar la palabra de Dios, no criticar que la Iglesia impone, no, es Cristo, y antes de Cristo están los profetas que han anunciado esa palabra de Dios.

Cuántas veces rechazamos hoy a los profetas, cuántas veces rechazamos a quienes pueden ayudarnos para vivir, porque mañana no estaremos. Las palabras del profeta debían cumplirse de varias maneras, y no podemos vivir sin Dios. Cuántas veces queremos defender la vida, pero para defender la vida hay que tener vida. En nuestra Iglesia comenzamos a cuidar esas vidas y a todos sus miembros, dar la posibilidad para que podamos vivir.

La vida por nacer hay que defenderla, pero también la que vive hoy. Cuando vemos a un niño en la calle ¿qué hacemos? Cuántos niños hay en la droga y ¿hacemos algo? Pero no es dar lo material, lay que dar la palabra de Dios, acercar, recibir, atender para dar la palabra de Dios que llegue a transformar la vida de esas personas. Hoy vamos a orar para que dejemos nuestros intereses para buscar lo que es común, lo que es para todos, el bien de todos.

Que Jesús que ha venido para mostrarnos ese camino, nos ayude a elegir el camino de la solidaridad y de la generosidad. No hablemos de amor, porque hoy todos amamos, vivamos la caridad, generosidad, solidaridad, para compartir lo que tenemos con los más necesitados. Que nuestra Madre, que no ha guardado todo, que ha ofrecido, que ha dado su vida para dar la vida a Jesús, nos ayude para que podamos a ser verdaderos hermanos que buscan el bien de cada uno. Amén.

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