El señor del sábado

Evangelio según San Mateo 12,1-8.

Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: “Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”. Pero él les respondió: “¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado”.

Comentario

El pasaje de la enfermedad grave del buen rey Ezequias nos sitúa ante un acontecimiento muy personal, con tremendas repercusiones en la vida del pueblo. Ezequias fue un rey piadoso que había vivido siempre de cara al Señor. Cayó imprevisiblemente enfermo, pero su fe le lanzó a suplicar ¡un poco más de salud! Mantuvo un precioso diálogo con su Dios. El Dios omnipotente es, a su vez, sumamente cercano: Yahvé se compadeció de Ezequias y reconoció de este modo su vida justa. Escuchó a quien siempre había vivido en alianza. Hay una preciosa bilateralidad entre Ezequias y Yahweh. Ezequias representa al pueblo. Por eso, su curación tendrá repercusión en la vida del pueblo y la ciudad de Jerusalén. Ésta es protegida de las manos de los invasores. Y es que reconocer la cercanía de Dios en la vida personal es experimentar cómo irradia a nuestro alrededor, en nuestras relaciones personales, pero también institucionales. Las palabras del salmista despiertan en nuestro corazón la belleza del sentimiento humano. Hablar con Dios es apasionarnos y manifestarle con toda la fuerza de nuestro interior qué experimentamos en cada acontecimiento. Hoy damos un salto no sólo en el tiempo, no sólo teológico. Hoy el salto también es temático. No sabemos por qué, pero la liturgia de este día nos presenta el asunto del sábado, tan importante para el pueblo judío. El precepto de guardar el sábado fue establecido en recuerdo de la liberación de Egipto y como anticipo del descanso al final de los tiempos. Pero a partir del exilio de Babilonia se constituyó en una ley férrea, que en lugar de servir al ser humano, lo esclavizaba. En estas circunstancias, Jesús proclama que ninguna ley puede anteponerse a la práctica de la misericordia. La importancia que en este gesto se descubre, no es sólo estar por encima de la ley en aquello de relevancia ética y que por tanto humaniza, sino la naturalidad con la que Jesús lo vive y lo transmite. No hace una apología de la anarquía, sino que con toda carga de lógica y sentido común se pone en la piel de lo que es, un hombre con capacidad de razón, con inteligencia, con anchura de corazón y con una libertad que supera toda norma.

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