DESFILE DE AMIGOS

Las hipótesis que guían a la policía en busca de desentrañar homicidio del mecánico Móttola

La Fiscalía indaga en el ambiente de los autos, deudas y préstamos. Ayer se hizo un rastrillaje en una canchita de fútbol. No se halló nada.

Tan sangriento como engimático, el crimen del mecánico Eduardo Móttola direcciona a la policía hacia el entorno femenino y el submundo de las drogas, aunque en este último, no lo vincularía de manera directa.

Allí la Justicia pisaba fuerte anoche, tres días después que un desconocido irrumpiera en su taller y lo fusilara de cinco tiros.

Acallada la ceremonia de velorio e inhumación, la fiscal Farrán Serlé comenzó con las testimoniales de los amigos "compinches" de Móttola.

Se trata de gente que conocía a la víctima, en especial amigos de carreras de autos y de la noche.

Mutismo total

Aunque la Fiscalía impuso veda verbal total, por debajo los policías señalaron que mañana empiezan a declarar varias mujeres.

La investigación se basa en un mapa global: además de esas personas, se indagaría en las finanzas y deudas del hombre.

Otro punto en el que trabaja la fuerza es el de la pistola Bersa 9 mm, arma homicida que se conjetura no está al alcance de cualquier civil.

Rastrillaje

Entre las 10 y las 14 de ayer los policías rastrillaron las adyacencias al taller ubicado en Pedro León Gallo, entre Santa Rosa y 12 de Octubre.

Criminalística y la fiscal buscaron hasta en el rincón más intrascendente, pero no encontraron nada.

Aún no quiere agotarse el optimismo y se descree que el homicida ingresó, mató y escapó

La policía descree de los testigos más entusiastas, como de aquellos que afirman no haber visto ni escuchado nada.

Para una corriente de los investigadores, el asesino quedó registrado en la "retina" de alguien o una cámara de seguridad cercana.

Últimas horas

De Móttola se sabe que el domingo se trasladó a Las Termas y disfrutó de una carrera de autos.

Por la tarde regresó a la capital y visitó a sus hijos.

En la noche, su entorno parece haberle "perdido el rastro", hasta reaparecer el lunes en su trabajo.

Hasta anoche, nadie habría confiado haberlo notado preocupado, triste, o alterado.

Sin embargo, no es menos cierto que la víctima depositaba su confianza en dos o tres amigos "de fierro", tal cual los llamaba.

En ellos Farrán Serlé invierte su atención, en busca de dar con alguien capaz de aportarle detalles que vayan más allá del costado familliero que le adjudican.

A la vez, los expertos en informática "sondean" en el celular del mecánico, esperanzados de que provea la "punta del ovillo" que los conduzca al asesino.

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