EL EVANGELIO DEL DOMINGO

El misterio del pan vivo Juan 6, 51-59

PBRO. MARIO RAMÓN TENTI

Jesús se presenta como el pan vivo bajado del cielo, el que Dios da. Es el donante de la vida para los que creen en él. Su “carne” es alimento de vida en tanto y en cuanto creemos en él y nos adherimos a su persona haciéndonos parte de su proyecto de salvación para el mundo. Los judíos dudaban, diciendo: ¿cómo puede éste darnos de comer su carne? No aceptan que la salvación pueda venir de la entrega de un hombre. Más aún, rechazan que el Hijo de Dios se haya hecho hombre (encarnación) y que su muerte sea fuente de vida para todos. La cruz aparece aquí como un escándalo, inaceptable para la mentalidad religiosa de Israel. En respuesta a las objeciones, Jesús mantiene el anuncio que tanto les ha molestado: al añadir la sangre a la carne, significa que el pan que el dará, es su misma persona. Los invita a “comer y a beber”, es decir, a recibir la revelación del sacrificio del Hijo del Hombre. Si creen esto, los discípulos vivirán de la misma vida del Hijo de Dios. La carne y la sangre son verdadera comida y bebida, porque sacian perfectamente el hambre y calman la sed. Creer en Jesús, adherirse a su persona, es aceptar el misterio de su muerte como un don que da la vida. El que cree en el sacrificio del Hijo del Hombre que vence la muerte tiene la vida eterna. Más aún, el que cree en Jesús permanece en él, vive en íntima comunión con él. Esta relación recíproca que se establece entre el Hijo y el creyente es expresión de la relación que une al Padre y al Hijo. Creer en Jesús, es ser introducido en la comunión divina. Jesús es el lugar de comunión entre Dios y los creyentes. Conclusión En este relato Jesús urge a sus oyentes a creer en el Hijo del Hombre que se ha dado a sí mismo, atravesando la muerte para que ellos vivan. El fruto de esta fe, es la vida para siempre, la permanencia (comunión) del Hijo y el creyente. Desde una perspectiva sacramental, Jesús invita a los creyentes, a los que ya han entrado en comunión con él, a reavivar su fe y a significar esta comunión por medio de la práctica de este sacramento: éste da paso al misterio del que ha hablado Jesús. La comunidad que celebra en su liturgia la presencia del Resucitado no separaba esta presencia del recuerdo de la muerte por la que Jesús había amado a los suyos hasta el fin. La Eucaristía actualiza el don que nos hace el Hijo del hombre de sí mismo. A la vez, actualiza la comunión del creyente con aquel que vive por el Padre y nos introduce en el misterio de la comunión de vida entre el Padre y el Hijo.
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