EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Señor, tú tienes palabras de vida eterna

Juan 6, 60-69.

Después de oír las palabras de Jesús que los urgía a creer que él era el Salvador del mundo y que con su muerte establecía la comunión de la humanidad con Dios, son ahora sus “discípulos” y no solo la multitud, los que se escandalizan y lo abandonan. Son ellos, los que se habían acercado a Jesús atraídos por su mensaje de esperanza respecto de la llegada del Reino y el poderío de los signos que lo testificaban quiénes deciden abandonarlo: “¡duro es este discurso¡ ¿Quién puede escucharlo?”. Esta actitud, es un anticipo del rechazo de la Cruz. Frente al escándalo de los discípulos, Jesús les anuncia su “subida” al Padre, su regreso al ámbito divino. La bajada del cielo expresaba la voluntad amorosa del Padre que daba a los hombres el verdadero pan, la subida a donde “estaba antes” significa que la misión del Hijo se ha cumplido. Los que creen en el poder salvífico de su muerte creerán también en su vuelta al Padre y en su presencia vivificante en el mundo. El Espíritu, que hace vivir ayuda a creer a los discípulos en las palabras de Jesús. Sin el Espíritu es imposible entender su revelación, aceptar el misterio de su encarnación, y de la Cruz como fuente de salvación y comunión con Dios. Los discípulos, como el resto de la multitud, se ven confrontados ante el anuncio de Jesús. Pueden creer en él o rechazarlo, depende de su libertad. Sin embargo, Jesús sitúa en Dios el misterio de la libertad humana. No es que sustrae a los hombres de su responsabilidad, sino que la coloca en el misterio de la voluntad amorosa de Dios que quiere que todos los hombres se salven. Jesús no expresa un juicio de condena frente a aquellos que lo abandonan, sino que los invita a ponerse en las manos del Padre. Ante el abandono de los discípulos, Jesús toma la iniciativa ante los Doce: “¿Quieren irse también ustedes?” Es decir, quieren regresar a su existencia anterior? Pedro, responsable del grupo, responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Pedro acepta sin reservas las palabras de Jesús, su mensaje es portador de vida eterna. Por eso dice, “nosotros creemos y sabemos”, porque han experimentado junto a Jesús la cercanía del amor de Dios que sana y salva. La fe de Pedro, aunque todavía imperfecta, se fundamenta en la comunión con el Señor.

Conclusión

Todo el capítulo sexto del Evangelio de Juan es una invitación a creer en Jesús, “pan de vida”. Algunos lo rechazan porque consideran “duras” sus enseñanzas, y otros lo aceptan, con temor y temblor, atraídos por el Padre. La fe es un don de Dios, un regalo al que el hombre es invitado a recibir. De eso depende su vida o su muerte. La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven, Dios es Vida y para eso ha enviado a su Hijo: para que el mundo viva. Aun así, puede haber personas que lo rechacen, que desde su libertad se resistan a creer, incluso algunos podrían como Judas, traicionarlo, pero también para ellos, habrá una “buena noticia”, la posibilidad real y concreta de ser “atraídos” por el Padre y llamados a vivir la comunión con Jesús, el Señor de la Vida.

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