Evangelio según San Juan 1,47-51

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”. Natanael le contesta: “¿De qué me conoces?”. Jesús le responde: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Natanael respondió: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Jesús le contestó: “¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores”. Y le añadió: “Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Comentario Nos encontramos con un pasaje del profeta Daniel que narra la visión del anciano y del ser humano. Comienza diciendo: “Seguía mirando” y lo repite varias veces (v. 9; 11; 13). Nosotros podemos detenernos en la acción de ver, mirar. Cuando uno mira, capta más la escena, percibe los detalles, se fija más concretamente. Así pues, ve los vestidos blancos como la nieve, los cabellos como lana, el trono como llamas, las ruedas como fuego. Y los libros que se abren llevan inscritos todos los actos humanos. Aquí con la mirada se enriquece el texto. El libro del profeta Daniel es de género apocalíptico, su finalidad es sostener la fe y la esperanza de los perseguidos. Con la visión que tiene el profeta se descubre el poder, el honor y el reino del anciano venerable. Su mirada nos dice que el poder de Dios es eterno, que todos le sirven y le tributan honor y que el reino de Dios no se acaba. El salmo de la liturgia de este día nos recuerda la alegría y la acción de gracias del salmista, que hacemos nuestra, porque la promesa del Señor de escucharnos siempre que lo invocamos, acrecienta el valor en nuestras almas. Demos siempre gracias a Dios de todo corazón delante de los ángeles. Y ofrezcamos nuestra mirada, nuestro sacrificio, nuestra alabanza para que llegue a Él través de la presencia de los ángeles. Los versículos del Evangelio que encontramos hoy narran la mirada que Jesús fija en Natanael, que ha despreciado todo lo que viene de Nazaret; pero Jesús lo mira y lee en el interior de su corazón. Se pasa de una mirada humana llena de perjuicios, a una mirada de fe que va más allá de las apariencias.
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