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Discreto empate en Avellaneda

Batalla le atajó un penal a Verón en el primer tiempo. El Rojo guardó a sus principales figuras pensando en el choque ante River.

Con un equipo con muchos suplentes y pensando en la revancha del martes próximo ante River Plate, por los cuartos de final de la Copa Libertadores, Independiente empató anoche 0-0 ante Tigre en el estadio Libertadores de América, en el inicio de la séptima fecha de la Superliga argentina de fútbol.

Al equipo de Ariel Holan le costó coordinar algunos movimientos, principalmente en el primer tiempo, producto del desconocimiento entre sus intérpretes, muchos de ellos juveniles. En la segunda mitad el Rojo mostró mejores intenciones, pero no le alcanzó para volver al triunfo ante un rival que continúa hundido en la zona de descenso.

Pese a que la visita se mostró más prolija para manejar la pelota en el capítulo inicial, fue Independiente el equipo que contó con la ocasión más clara de abrir el marcador. Fue a los 23 minutos, a través de un penal que Augusto Batalla le atajó a Gonzalo Verón, previa infracción de Sebastián Prediger sobre el ecuatoriano Fernando Gaibor.

El arquero de Tigre, que se había lucido previamente en un mano a mano con Emmanuel Gigliotti, volvió a aparecer minutos después para abortar el peligro ante una incursión ofensiva de Gonzalo Asís.

El Matador, conducido interinamente por Juan Carlos Blengio tras la salida de Cristian Ledesma, llegó con frecuencia hasta el debutante Milton Alvarez pero le faltó puntería.

La acción más clara fue a los 28, cuando Alan Franco se resbaló y la pelota le quedó a Martín Galmarini, quien cedió al medio para Kevin Ramírez, que no logró empujar a la red, atorado por la marca de Sergio Barreto.

El complemento encontró a ambos con las mismas dificultades para progresar en el campo de juego y las situaciones de peligro comenzaron a escasear. Un remate de Juan Sánchez Miño a los 33 minutos fue la primera aproximación seria del segundo capítulo.

Más allá de esa jugada aislada, fue casi todo fricción, lucha y protestas. De esa manera, ninguno pudo escapar a sus propias limitaciones y el juego se apagó sin emociones.

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