EL EVANGELIO DEL DOMINGO

"El que no está contra nosotros, está por nosotros"

Marcos 9, 38-43.45 47-48.

En el camino hacia Jerusalén, donde iba a ser maltratado y muerto en manos de los dirigentes del pueblo de Israel, Jesús adoctrina a sus discípulos respecto de cuál debe ser el comportamiento de los que decidan seguirlo: renunciar a sí mismo y cargar la Cruz, ser el último y servidor de todos, tener la mente y el corazón abierto a aquellos que creen en él y practican el bien, aunque no integren el grupo de los seguidores explícitos y la necesidad de no escandalizar a los pequeños, es decir, no conducirlos al abandono de la fe. Juan informa de un exorcista desconocido que invocando el nombre de Jesús expulsa demonios. Los discípulos quisieron impedirle su actividad porque no pertenecía al grupo de seguidores. ¿Cuál sería la causa de esta actitud intolerante? Seguramente se podría hacer un largo listado de cuestiones grupales como institucionales, y a la vez, se podrían señalar las negativas consecuencias de esta actitud para la comunidad como para la propagación del Evangelio. Sin embargo, lo importante de resaltar, es la respuesta y actitud de Jesús frente a este hecho. Jesús, lejos de compartir esta actitud intolerante, les dice: “no se lo impidan, porque no hay nadie que pueda obrar un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros”. La enseñanza es doble: no hay que apresurarse a juzgar a los que sienten simpatía por Jesús aunque todavía no lo sigan, al contrario hay que abrirles el corazón e invitarlos al seguimiento; por otro lado, hay que considerar como simpatizantes a todos los que no se presentan explícitamente como enemigos. A modo de ejemplo, de lo arriba mencionado, Jesús dice: “quien dé a beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes son de Cristo, no quedará sin recompensa”. Se trata de aquellos que ayudan a los discípulos a realizar su tarea. El más pequeño de los gestos, como dar un vaso de agua, será recompensado por el Señor.

Conclusión

En nuestra sociedad hay muchas personas que no profesan ninguna religión e incluso se consideran ateos o agnósticos. Sin embargo, esto no significa que estén lejos de Dios y que por lo tanto hay que estigmatizarlos. Posiblemente sean personas de bien, con actitudes de misericordia frente a sus hermanos y con una gran sensibilidad ante la necesidad y sufrimiento humano. Algunos hasta pueden ser lo que el papa Francisco llama “santos de la puerta de al lado”, gente sencilla, de buen corazón que viven el amor en la vida cotidiana, mamás que cuidan a sus hijos, trabajadores honestos, vecinos solidarios. Cada gesto de amor a un hermano se lo hacen al mismo Jesús, por eso no deben ser rechazados sino más bien incluidos entre aquellos que construyen su Reino.

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