ANÉCDOTAS DE LA HISTORIA

Joaquín Víctor González: el primer constitucionalista argentino

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

INFANCIA Y JUVENTUD

Joaquín Víctor González Dávila nace en Nonogasta, pueblo del departamento de Chilecito en la provincia de La Rioja, el 6 de marzo de 1863, en los albores de la presidencia de Bartolomé Mitre. La familia formada por Joaquín González Gordillo y Zoraida Ávila Gordillo se instala en los llanos riojanos y tiene dos hijos, siendo Joaquín Víctor el primogénito y Nicolasa la menor. Estudia en la escuela de su pueblo y se traslada a Córdoba, donde cursa derecho en la Universidad Nacional, recibiendo el título de abogado y se doctora en 1886. Para ese tiempo ya era considerado un gran jurista y de regreso en su provincia, se lo nombra miembro de la Comisión Redactora de la nueva Constitución de La Rioja, a la vez que resulta electo diputado nacional, cargo que ocupa hasta 1889 y nuevamente entre 1898 y 1901. Se casa con Amalia Luna Olmos el 9 de julio de 1889, y de su matrimonio nacerán diez hijos: cuatro varones y seis mujeres a lo largo de dieciocho años.

LEGISLADOR, MINISTRO, GOBERNADOR, RECTOR, CONSTITUCIONALISTA, ESCRITOR

Llega a Buenos Aires como diputado nacional, como dijimos más arriba, en 1886 y su participación en los debates parlamentarios es destacada, tanto por sus pares como por la prensa. En 1889 es elegido gobernador de La Rioja, cargo que ocupa durante dos años impulsando políticas liberales acordes al ambiente nacional, y le toca atravesar la crisis económica de 1890, a pesar de lo cual se dedica a la fundación de escuelas y hospitales. Se instala en la capital de la provincia, donde construye una casa que aún existe y que aparenta un castillo de ladrillos, sede del Archivo Histórico Provincial. Renuncia a la gobernación y vuelve a la literatura, el periodismo y la historia. En 1894 es nombrado profesor titular de la cátedra de Legislación de Minas en la universidad, y dos años después resulta elegido como vocal del Consejo Nacional de Educación. Nunca abandona su labor docente y llega a la cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En 1904 funda el Seminario Pedagógico en la capital de la república, antecedente del Instituto Superior del Profesorado que hoy lleva su nombre. E n 1906 el presidente José Figueroa Alcorta lo designa presidente de la Universidad de La Plata, que pasa de la jurisdicción provincial a la Nación. Ejerce el rectorado hasta 1918, cuando es ovacionado en la despedida por profesores y alumnos en una recepción organizada en el histórico teatro Argentino de la capital de la provincia de Buenos Aires. En forma simultánea a su tarea educativa, fue un activo dirigente del Partido Autonomista Nacional, encabezado por Julio Argentino Roca y Carlos Pellegrini, convirtiéndose en una referencia política nacional y del noroeste argentino. Con la llegada del nuevo siglo, se va a convertir en un ministro indispensable en los gobiernos conservadores de Julio Argentino Roca, Manuel Quintana y José Figueroa Alcorta. Ocupará el ministerio del Interior en 1901, lo que lo obliga a renunciar a su banca de diputado nacional, y será el gran ejecutor de las políticas del “zorro” Roca, a la vez que ocupará simultáneamente varios ministerios en forma eventual, ante las renuncias de algunos ministros. Roca lo tuvo en Justicia e Instrucción Pública, Relaciones Exteriores e incluso Hacienda. Un escándalo lo tendrá por protagonista cuando se levanta el monumento funerario a Manuel Belgrano en el atrio del convento Santo Domingo de Buenos Aires. Los restos del gran prócer fueron exhumados de su antigua tumba, fueron limpiados en la sacristía de la iglesia y luego depositados en una urna de bronce dentro del mausoleo ejecutado por el escultor romano Ettore Ximenez. Asistieron a la ceremonia el presidente Roca, el ex presidente Bartolomé Mitre y una gran multitud. Unos meses después se descubre que el ministro González tenía sobre su escritorio la mandíbula del creador de la Bandera. La prensa, la oposición e incluso el propio Mitre pidieron la renuncia de González por el sacrilegio, pero la cuestión fue saldada cuando se reabrió la urna de Belgrano y se colocó allí el hueso sagrado. Roca logró salvar a su ministro pidiéndole un viaje oportuno y un regreso silencioso. Quintana lo nombró desde el inicio de su gobierno como ministro de Instrucción Pública, tarea en la que impulsó la creación de edificios escolares, aplicó la ley Lainez y fundó escuelas secundarias en todo el país. Al morir el presidente dejó el cargo el 12 de marzo de 1906, hasta que su sucesor, Figueroa Alcorta, lo llamó para ocupar el Ministerio del Interior, lo que hizo sólo por dos meses, para mostrar su desacuerdo con las políticas del presidente contrarias a los intereses conservadores liderados por Roca. Más adelante, viendo el riesgo de la derrota conservadora frente a los radicales al imponerse la reforma electoral de Roque Sáenz Peña, funda en 1914, junto a Lisandro de la Torre el Partido Demócrata Progresista. En el ámbito intelectual, se destacó como escritor, cuya producción fue enorme y extraordinaria. Años después de su muerte se publicaron sus obras completas alcanzando los veinticinco tomos, divididos en cincuenta y un títulos y trece mil páginas. Sus obras más notables son “Mis montañas”, un fresco de su tierra indispensables en la literatura argentina. Como jurista publicó “Manual de la Constitución Argentina”, referencia ineludible en la jurisprudencia que lo ha convertido hasta hoy en el primer constitucionalista argentino y un autor de consulta imprescindible sobre la interpretación del texto de 1853. Como historiador “La Revolución de la Independencia Argentina”, “La Tradición Nacional”, “El juicio del siglo (cien años de historia argentina”, y como ensayista “La Universidad de Córdoba en la evolución intelectual argentina”. En toda su obra se destaca por su prosa y su profundidad en el pensamiento. Su literatura lo convierte en miembro de la Real Academia Española como miembro correspondiente. Durante toda su vida pública perteneció a la masonería, siendo miembro de varias logias y llegó a ser Pro Gran Maestre, es decir el segundo de la institución en la Argentina. Actualmente la biblioteca de la Gran Logia lleva su nombre. El último acto público de su vida fue una conferencia en el gran Templo de la entonces calle Cangallo en Buenos Aires. Su ingreso a la orden masónica fue firmado por Domingo Faustino Sarmiento.

VEJEZ Y OLVIDO

En 1916 fue elegido por la Legislatura de La Rioja como senador nacional, cargo que ocupó hasta su muerte, pero el cambio del aire político significó el comienzo del ocaso de su vida pública. En 1917 fue convocado como juez en varios casos que se discutían en el Tribunal Arbitral de La Haya, en Holanda, antecedente de la Corte Internacional. Por su labor como historiador fue nombrado miembro de número de la Academia Nacional de la Historial. Contribuyó a su olvido un episodio romántico que prácticamente aniquiló su matrimonio, ya que se enamoró de una sobrina, con la que mantuvo una relación que no fue aceptada ni socialmente, ni familiarmente y que lo condujo a una crisis personal muy severa. Muere en Buenos Aires el 21 de diciembre de 1923, a los sesenta años, sufriendo el olvido de sus conciudadanos, que disfrutaban de los nuevos tiempos gobernados por el radicalismo, y que hacían incómodos los recuerdos de los viejos y nobles conservadores como González. Muchos años después sus restos fueron trasladados a su tierra natal, y enterrados en Chilecito.

HOMENAJES

Si bien demorados, los homenajes a su figura comenzaron a llegar. La calle 1 de la ciudad de La Plata fue bautizada con su nombre. Frente al rectorado de la Universidad Nacional de La Plata se levanta el monumento al rector nacionalizador de la alta casa de estudios. Su casa en Chilecito fue convertida en un centro cultural y su casa en La Rioja es monumento histórico nacional y sede del Archivo Provincial. Calles y escuelas llevan su nombre en todo el país. En Chilecito Joaquín V. González poseyó una residencia de descanso a la que bautizó “Samay Huasi” (lugar de descanso en quechua). En 1941 pasó a pertenecer a la Universidad Nacional de La Plata, que la destinó a “casa de descanso de artistas y de escritores”. Actualmente tiene un área dedicada a museo, como recuerdo de González y su tarea. Sin duda, la vida y la obra de Joaquín V. González merecen ocupar un lugar más privilegiado en la memoria de los argentinos y su patrimonio material e intangible recuperado para la cultura nacional.

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